miércoles, 4 de marzo de 2009

El don del olvido



¿O acaso la maldición del olvido? Según el caso.
Recuerdo que en La Historia Interminable de Michael Ende, el personaje principal, Bastián, por el poder o debilidad de portar la medalla Aurin, cada vez que le era concedido un deseo, algo olvidaba. Así hasta olvidar su propio nombre.
Ahí está el gran poder renovador, catártico y mágico de la literatura. La realidad es su contrario, o su antagonista. La realidad y la fábula no son siquiera complementarios. Son alternativas.
A mí me sucede que a cada sueño roto olvido algo, quizá por un efecto biológico que desconozco, alguna sustancia que ejerce el poder de la adormidera en el alma, para poder continuar no ya con alegría, si no escudado. Es bendición olvidar, aquel personaje memorioso de Borges, ¿Funes?, ¡lo que daría él por poder olvidar!
Algún día, afortunadamente, olvidaré mi nombre, otro sueño roto más, porque yo creí que quería decir algo, pero nada dice un nombre si será papel en el fuego del olvido.´
Hoy fue mi cumpleaños: 19. En los meses anteriores estuve meditando si cumplir 20 o quedarme como estaba. En el currículum vitae he visto un tremendo retroceso. Así que me quedo como estaba.
Llevo unos cuantos lustros cumpliendo diecinueve años. Por que yo lo valgo, como Loreal.
Hace poco uno de mis hermanos recordó cómo, de niño, él creía que la edad la imponían los mayores. Es lógico, el pensamiento de los niños es lógico y desprejuiciado. Por eso dicen rompido y no roto, por sensatez. Si oyes a un mayor decir: mi niño tiene tantos años, es por que el lo decide, y no porque hay una ley natural que así lo impone, ¿qué sabe un niño de una ley natural, si para él la ley natural es la de los mayores, que son entonces la única voz que determina y nomina?
Por eso, yo ya soy mayor y elijo mi edad. Porque no conozco otra voz natural que la que a mis oídos llega, mezclada con mi voz. Tu voz y mi voz. Los cantos subjetivos:

Quisiera hoy ser feliz de buena gana,
ser feliz y portarme frondoso de preguntas,
abrir por temperamento de par en par mi cuarto, como loco,
y reclamar, en fin,
en mi confianza física acostado,
sólo por ver si quieren,
sólo por ver si quieren probar de mi espontánea posición,
reclamar, voy diciendo,
por qué me dan así tánto en el alma.

Pues quisiera en sustancia ser dichoso,
obrar sin bastón, laica humildad, ni burro negro.
Así las sensaciones de este mundo,
los cantos subjuntivos, .
el lápiz que perdí en mi cavidad
y mis amados órganos de llanto.
(César Vallejo)

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