lunes, 16 de marzo de 2009

Inglés, bueno y barato.


The Prince - Madness

Diréis, mi categórico y grandilocuente auditorio, que estoy loco de atar con mis trastornadas neuronas desatadas.
Pero es que a veces la vida en su inefable devenir ofrece motivos para la chifladura, son signos o de otra realidad donde nada es azar, si no causalidad, o de una paranoia galopante. Eso no está en mí decidirlo, si no en tí, ya quieras tratarme como garante de cotidianas iluminaciones o como loco sin más.
Este Viernes pasado tuve otra epifanía, y esta vez aquel santo no se me apareció en sueños, si no a pie de calle. Si no era el Sto Cortázar, poco le faltaba, pues los rasgos jovial y elegantemente felinos eran los suyos.
Pero empezaré por el principio, que dicen que no hay hombre que no se vista primero por los pies.


Por mi cumpleaños mi hermanita me regaló dos libricos: El Lector -será de las pocas veces que lea un libro después de ver la película-, y El Mundo, del grande y único Millás, que ya comenté acá. Mi hermana, a sabiendas que no era raro que yo hubiera leído un libro cualquiera, me envolvió el ticket de compra como un regalo más, por si las moscas zumbaban aleteo zeta zeta ( es decir: zzzzzz)
Así fue que, cogiéndome el Viernes libre por un trámite de la administración que debía llevar a cabo, después del deber me dí el placer, con alguna idea en la loca cabecita.
A la Fnac me fui más contento que si fuera yo por aburrimiento a comprar algo, que aunque fuera yo el que eligiera el regalo, lo apreciaba como tal, y no como mero intercambio de compra-venta.
Inglés, bueno y barato. Y extenso pero claro. 1200 páginas de 'ná', que seguro darán tardes gozosas a mi mente aún por cultivar. Un David Copperfield que no se lo salta un gitano, escritura clara y sencilla.
A mí los amigos de la fácul me llaman Copperfield, Coppe, o Coppy, así que no está de más que haga honor a uno de mis cien nombres conociendo el transfondo del personaje que me da mote.
¿Por qué razón elegí a Dickens y no a otro? De él no leí nada, salvo algún cuento de Navidad, así que ya iba siendo hora. Ahora me arrepiento por no haber tomado mejor Los Papeles del Club Pickwick, pero es seguro que me habría arrepentido aún más si no hubiese escogido a mi tocayo transcrito.
El actor Clive Owen



Me gusta lo inglés, es otra de las razones, tanto como lo irlandés y lo escocés, todo lo que me huela a pub donde rulan pintas de guiness, a Wilde y a Cropton y a Blyton, a té de las cinco y campiña, a finas lluvias célticas con melancólicos soplagaitas, a Stephen Rea, Neil Jordan, Jim Sheridan, Clive Owen, Kate Winslet, Stephen Frears, a Beatles y a The Police y a los Madness... Me pone todo lo anglocabrón, desde la fina ironía a la mirada distante. Hasta de mí dicen que soy un pelín inglés, por mi manera de vestir y caminar. Y ese humor negro sin moralina tipo Monty Pythony los Ropper. No podía ser de otra manera, si en una antigua encarnación humana fui amante de la Jane Austen, con besicos con sabor a plum cake y oh my god, my darling, for the prince of the Wales! Heaven, fucking love, for my horse!
La Austen



Me gusta lo inglés pese a que mi admirado Umbral llamara angloaburridos a los escritores que gustaban el estilo inglés. Pero a mí también me gusta Marías, y ahora que han sacado una nueva edición del Volverás a Región de Benet con los párrafos que fueron censurados, pues es buena ocasión de reanudar su lectura, o mejor iniciarla otra vez. No sé por qué lo dejé a las pocas páginas, si me estaba gustando. Dicen que es la obra más extraña y genial que se parió en imprenta en el siglo XX.
Subiendo por las escaleras mecánicas de la Fnac, miro a los mostradores, ¿y a quién me encuentro? Al sin igual Carlos Boyero, crítico cinematográfico de sugerentes sentencias. Es más majete en realidad. Todo un ejemplo a seguir, quien le leyó lo sabe.
Pero sigamos con la narración de mi odisea. Llegando al barrio, Aluche City, la ciudad sin ley, me saco un cigarrito y me lo enciendo. Es entonces cuando se me acerca ese tipejo con un aire cortaziano y me pide educadamente, pese a sus indigentes prendas, ¿tienes un cigarro, por favor?.
Asiento y saco el tabaco, lo mira y me observa admirado, diciendo:
-¡John Player Special negro! Inglés, bueno y barato. No es mal tabaco para un principiante.
Me encojo de hombros casi indignado, ¿después de tres lustros de fumeta principiante? Quiero hacérselo saber, pero después de las gracias se pira.
Pero quizá no se refería a principiante en el bello y nocivo arte del fumar, quizá hacía referencia a este contínuo aprendizaje mío en este periplo vital.
El JPS negro es el mejor tabaco que conozco, y claro que sabía que era inglés. No es tabaco negro, pero la cajetilla sí lo es. Es de lo más clásico que hay en un estanco, es el tabaco como se fumaba en los cincuenta, sesenta, setenta, antes de la llegada de lo light. Inglés auténtico. Bueno y barato.
Seguro que Barry Ryan lo fumaba entre toma y toma de este vídeo tan sesentero e inglés. Pese a su sospechoso parecido a Mr. Bean y a ese gritito de pisada en su británico juanete en el minuto cuatro segundo diez y en el mismo minuto segundo treintaicinco y todo el minuto cinco, pese a todo ello, digo, esta canción y vídeo me gustan muchísimo.



You know I'm on my knees - yeah
I said please
You're all I want so haer my prayer


Aunque la versión que hizo el genuino y asturiano -aunque no soplara la gaita, creo -Tino Casal también me place, pese a sus aullidos de escanciador con botella caída sobre juanete:



Dolor en tus caricias
y cuentos chinos.
Yo seguiré siendo tu perro fiel.


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