domingo, 29 de marzo de 2009

Soy un vicioso.

Ayer me enamoré.
De sus tapas, tamaño y título. Su autor ya se había ganado mi corazón hace dos primaveras por su El Hombre Que Fue Jueves.
El próximo libro que engrose los anaqueles de mi biblioteca será Lectura y Locura:

En un estado ideal, todo caballero absorto en abstrusos cálculos y descubrimientos debería estar obligado por decreto a conversar durante cuarenta y cinco minutos al día con un mozo de cuadras o con la casera de una pensión [...]. El Estado, asimismo, habría de someterlos a un examen; pero no sobre el griego ni las antiguas armaduras que son su deleite, sino acerca del dialecto cockney y de los distintos colores de las líneas de autobuses.

Ayer por la noche no tenía intención de salir, tenía ganas de quedarme a echarme unas risas con el viejo Aristófanes mientras escuchaba el compacto de Satie que me había comprado a la mañana. Planazo de Sábado, olé. La semana anterior ya había satisfecho mis ansias callejeras, hoy quería satisfacer mi anhelo de idiota, es decir, de apartarme del mundo.
Pero uno no puede resistirse ante la animosidad del amigo que le llama para que se pase por el Bringas a tomarse unas guiness. La tentación tiene sabor amargo y un regustillo a café bien tomado: cerveza negra.
El Bringas es un castizo pub irlandés, toma paradoja. Soy asiduo, voy casi todas las semanas. Allí sucedió ayer el flechazo con el libro de Chesterton. Mis amigos me presentan a dos cráneos privilegiados, son dos químicos que acomplejan a un sencillo muchachito como yo, ¿ah, tú eres el cocinero? Preguntan, y enseguida se enciende la mecha y estalla el fascinante castillo de fuegos de artificio de una buena y desenfadada conversación sobre los objetos de la cultura.
La culpa la tiene Aristófanes, al que no he querido dejar en casa y me he llevado para hacer algo en el bus. Cuando lo suelto de las manos para meterlo en una bolsa, uno de los químicos se pica conmigo y me saca a Chesterton recién comprado. La pelea de gallitos de "a ver quien la tiene más grande" es irremediable. Pero hago lo de siempre, doy pie a la batalla y luego me aparto pícaro para símplemente admirar las florituras guerreras de cada cual. Uno me da una lección sobre derecho romano y germánico, estoy absorto, gracias a que conozco algunos conceptos no me pierdo, aunque no entienda nada. El otro se sabe los himnos de cada país y región. De ahí pasamos a la charla sobre literatura -estamos de acuerdo en que Baroja es el mejor de los primeros años del siglo XX, aunque yo me resisto defendiendo a Valle-Inclán, y entonces coronamos a Gómez de la Serna, y ahí no hay resistencia por parte de nadie- y música clásica. Luego seguimos cantando himnos, yo sólo me emociono con el himno de la transición, que entono a la italiana y pervirtiéndolo:

Habrá un día en que todos
al levantar la vista
veremos una tierra
que diga pubertad...

Los otros amigos, mientras tanto, nos han dejado por imposibles, je, je, se ríen, ya se han encontrado tres almas gemelas. Freakazos...
Al salir del bringas los químicos se piran, y yo también quiero pirarme, pero la tentación vive en frente y tiene sabor a bocata de calamares, así que hago un esfuerzo y cae más alpiste para este avecilla cantor.
Me avisan que vendrá M., así que ya me quedo sin reservas a terminar de ver el partido con más cervezas y luego los cubatas. M es una francesita de sangre española, pero no por ello menos francesa. Hace años que no la veo, quizá desde aquella fiesta en la que me encandilé de ella: acatarrada o griposa, cubata en una mano y en la otra un cigarrillo, me hablaba de la tesis que preparaba sobre el anarquismo, entre tos y estornudo. Puro romanticismo. Se acordaba de mí, pero como si nos hubiéramos visto hace meses y no años. ¡me tenía fresquito en su memoria!
Así que ayer todos bebimos cubatas y comimos queso, mientras discutíamos de política y de conceptos como anarquismo, socialismo y neoliberalismo.
Cuando llegó la hora de las discotecas definitivamente me piré, ahí os quedáis, lumbreras. Eran las 2, es decir, las 3, que la primavera se come una hora que nos devuelve el otoño. Sin intereses.
Antes de llegar a casa me encontré -como si me esperara, agazapado en una esquina-, a un gato o gata color canela, que me observó humano o humana y se fue lentamente y sin miedo de mí, echándome miradas de cuando en cuando, ya que yo paré para observarlo. Casi río de felicidad, últimamente sólo se me cruzaban pájaros negros de mal agüero, hasta que me saqué una muela que me estaba dando problemas. Entonces casi han desaparecido, los pajarracos.
Me han cogido simpatía los pájaros, los gatos, los dentistas.
Se puso bien contenta la dortora R. cuando me conoció, una extracción, dos empastes, y luego quiere sacarme también las muelas del juicio, te vas a enriquecer a mi costa, granujilla. Me hicieron una panteoglogradentigrafía o como cojones se llame el otro día, una radiografía dental, para que nos entendamos, para ver de qué manera las tengo, las muelas del juicio. Con el pánico que tengo a todo lo que lleve bata blanca de enfermera, ayssh. Me dijo la que me encerró en el potro de tortura para la radiografía: no sé cómo saldrá, tienes un vicio. Tuerces ligeramente la boca. En España lo llamamos tic. Después de perder el juicio ahora tocan las muelas.
No sólo tengo un vicio, darling, estuve a punto de decir, tengo mil. Soy un vicioso, y ahora una médico me lo ha detectado.
Si algún día tengo un retoño, haré lo que pueda para que se meta a dentista, ¡oh, sí! Ganan más que un ministro, seguro. Que no se me meta a cocinera, la criatura, es el oficio en que más se llora, picando cebollas. Mejor dentista.
Y tú, lector o lectora, si acaso estás en estado de soltería y buscas arrejuntamiento, hazme caso y no busques pareja en otro gremio.
Todo es afán y escarmiento, a no ser que te arrimes al amor de la bata del sacamuelas. Entonces la bonanza entrará por la puerta, y el amor no saltará por la ventana, ¡oh, sí!
No, mi dulzura, no busques entre cocineros, oficinistas, maestros o letraheridos. Tampoco esperes una príncipa o un princés encantado, encantado de conocerte.
Es mejor no esperar, no esforzarse en soñar tanto, mejor será...
Mejor será agarrarse al primaveral monedero, a la certeza de un eterno verano sin crisis.
Mejor será que un príncipe un dentista.



Tú que eres tan guapa y tan lista
tú que te mereces un príncipe, un dentista,
tú, te quedas a mi lado
y el mundo me parece más amable, más humano, menos raro.

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