martes, 27 de octubre de 2009

Sonata



Mentre estic escoltant-la, cau la pluja.
Penso en el gos que, solitari, anava
rere el taüt de Mozart: puc seguir-lo
alhora en els compassos del piano
i en els camins que fa l’aigua en els vidres.
Misteriosament feliç, segueixo un gos
fet alhora de música i de pluja

La escucho y cae la lluvia,
y pienso en aquel perro solitario
que iba detrás del ataúd de Mozart.
Lo sigo en los compases de este piano
y en los caminos que dibuja el agua
al irse deslizando en los cristales.
Voy, misteriosamente feliz, siguiendo a un perro
hecho a la vez de música y de lluvia.

Joan Margarit (1938)
Misteriosamente feliz



Desde hace más de diez años, ya sea en metro, ya en tren, y siempre que me halle sin un libro o una revista, me levanto una estación antes para leer algún fragmento escogido por la Asociación de Editores de Madrid, con la colaboración del Gremio de Libreros de Madrid. Decoran estos carteles no sólo los vagones, sino también nuestras mentes, además de incitar a la sana costumbre de la lectura y de servir de herramienta para la construcción -en el caso de niños y adolescentes- y reconstrucción -en el caso de adultos abandonados a los desiertos televisivos- de la inteligencia y el buen gusto.
Ayer, después del trabajo, de regreso a casa, tocó este cartel, entre las estaciones de Carabanchel y Eugenia de Montijo.
Pareciéndome hermoso el poema, decidí compartirlo contigo en mi bitácora.

domingo, 18 de octubre de 2009

jueves, 15 de octubre de 2009

Cuentos, de Chejov -desmañado y audaz-

Consejos para escritores
Por Anton Chejov

-Uno no termina con la nariz rota por escribir mal; al contrario, escribimos porque nos hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir.
-Cuando escribo no tengo la impresión de que mis historias sean tristes. En cualquier caso, cuando trabajo estoy siempre de buen humor. Cuanto más alegre es mi vida, más sombríos son los relatos que escribo.
-Dios mío, no permitas que juzgue o hable de lo que no conozco y no comprendo.
-No pulir, no limar demasiado. Hay que ser desmañado y audaz. La brevedad es hermana del talento.
-Lo he visto todo. No obstante, ahora no se trata de lo que he visto sino de cómo lo he visto.
-Es extraño: ahora tengo la manía de la brevedad: nada de lo que leo, mío o ajeno, me parece lo bastante breve.
-Cuando escribo, confío plenamente en que el lector añadirá por su cuenta los elementos subjetivos que faltan al cuento.
-Es más fácil escribir de Sócrates que de una señorita o de una cocinera.
-Guarde el relato en un baúl un año entero y, después de ese tiempo, vuelva a leerlo. Entonces lo verá todo más claro. Escriba una novela. Escríbala durante un año entero. Después acórtela medio año y después publíquela. Un escritor, más que escribir, debe bordar sobre el papel; que el trabajo sea minucioso, elaborado.
-Te aconsejo: 1) ninguna monserga de carácter político, social, económico; 2) objetividad absoluta; 3) veracidad en la pintura de los personajes y de las cosas; 4) máxima concisión; 5) audacia y originalidad: rechaza todo lo convencional; 6) espontaneidad.
-Es difícil unir las ganas de vivir con las de escribir. No dejes correr tu pluma cuando tu cabeza está cansada.
-Nunca se debe mentir. El arte tiene esta grandeza particular: no tolera la mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina, se puede engañar a la gente e incluso a Dios, pero en el arte no se puede mentir.
-Nada es más fácil que describir autoridades antipáticas. Al lector le gusta, pero sólo al más insoportable, al más mediocre de los lectores. Dios te guarde de los lugares comunes. Lo mejor de todo es no describir el estado de ánimo de los personajes. Hay que tratar de que se desprenda de sus propias acciones. No publiques hasta estar seguro de que tus personajes están vivos y de que no pecas contra la realidad.
-Escribir para los críticos tiene tanto sentido como darle a oler flores a una persona resfriada.
-No seamos charlatanes y digamos con franqueza que en este mundo no se entiende nada. Sólo los charlatanes y los imbéciles creen comprenderlo todo.
-No es la escritura en sí misma lo que me da náusea, sino el entorno literario, del que no es posible escapar y que te acompaña a todas partes, como a la tierra su atmósfera. No creo en nuestra intelligentsia, que es hipócrita, falsa, histérica, maleducada, ociosa; no le creo ni siquiera cuando sufre y se lamenta, ya que sus perseguidores proceden de sus propias entrañas. Creo en los individuos, en unas pocas personas esparcidas por todos los rincones -sean intelectuales o campesinos-; en ellos está la fuerza, aunque sean pocos.



Un viaje de novios
Los hombres que están de más
La muerte de un funcionario público
La víspera de la Cuaresma
El camaleón






Me gustan los cuentos, y me gusta que los libros de cuentos me acompañen durante semanas, o meses.
Pocas veces me veras leyendo dos cuentos seguidos, al menos hay que dejar reposar, entre cuento y cuento, unos minutos.
Me gusta llevarlos en los transportes públicos, y hago así:
En el andén o la parada de autobús leo uno.
Ya sentado, o de pie, con el traqueteo, leo otro.
Hago pausas, miro alrededor, si da tiempo leo otro, que suelo terminar subiendo por las escaleras mecánicas. Las escaleras mecánicas tienen la facultad de acelerar la velocidad de lectura, cuando el suelo se come el ultimo peldaño los ojos se tragan el último párrafo. Si no es así, voy caminando con el libro abierto en mis manos.
Yo soy de esos que si no ha terminado aunque sea una pagina, va leyendo por la calle.
A veces veo gente que lee mientras camina, suelen ser adolescentes, yo les comprendo porque era igual.
Recuerdo, hace ya años, a una chica que siempre iba vestida de uniforme de colegio de monjas, y siempre iba leyendo un libro, me la encontraba a menudo, en la misma postura y con la misma voracidad. Un día me la encontré caminando e iba centrada en la lectura. Tenía el pelo muy negro, los ojos muy azules, y la tez muy pálida. Y los labios carnosos. Otro día, en el autobús, me fije en su lectura, era uno de los trópicos de Henry Miller.
Recuerdo –no, no estoy emulando a Perec, me ha salido así, je, je.. – a una vecina que era muy hippie que siempre iba leyendo cuando me la encontraba, era la hermana del heavy del vecindario. Un día estaba sentada en el portal de mi casa y, como tengo por costumbre, saludé. No me hizo ni puñetero caso.
Me acuerdo también de los tiempos en los que íbamos todas las tardes a estudiar a la biblioteca, y había una chica de aspecto inglés, rubia pajiza de ojos azules –se teñiría el pelo de negro más adelante-, que iba también con sus amigas a estudiar, pero ella nunca estudiaba, solo leía, y si ellas le proponían un descanso para fumar un cigarro o tomar un café, siempre decía: esperad a que termine este capitulo. Alguna vez me la encontré en la parada del autobús, y siempre iba leyendo.
Creo que ya lo dije en otro post, yo de Chejov me leí sus obras breves de teatro de una tacada en el autobús, de camino de la universidad a casa. Luego le regalé el libro a un compañero de clase que era actor de teatro, formaba parte de los siete akabaos. Muchas veces vestía un elegante abrigo con un chándal debajo.
De Chejov me queda por leer sus obras de teatro mayores –menos El jardín de los cerezos-, y sus relatos largos, que tengo en otro libro. Acabo de leer la etiqueta y figura que me costó 295 pesetas.
Junto a esos cuentos largos, compré además, y lo sé porque son de la misma colección de Espasa:
-El corsario, de Byron.
-Los pequeños burgueses, de Balzac
-El jugador, de Dostoyevsky.
Fue una mañana en el Vips de Serrano, a la vuelta de firmar un contrato para trabajar como cocinero en el restaurante de un gimnasio para gente de pelas. Hoy en día, para la única gente de pelas que cocino es para algún que otro amigo acaudalado.
Sin embargo, el libro que acabo de leer, lo adquirí gratuitamente de expurgo en la biblioteca, que tiene esa generosidad. Cuando renueva sus fondos, pega un punto rojo en la solapa de los libros viejos y lo ofrece a los paseantes que por allí nos acercamos.
Así adquirí yo, entre otros:
-Dos educaciones, de Carlos Fuentes.
-Todos muertos, de Chester Himes.
-Contrapunto, de Don DeLillo.
-El paraíso de la reina Sibila, de Antoine de La Sale -¡en Siruela, fíjate tú!
-Una noche en sus brazos, de Penny Jordan, de la colección Bianca, de la editorial Harlequín.
Recuerdo que esto mismo se lo comenté a los akabaos hace más de un año, en un e-mail, y uno de ellos dijo: yo ya no visito las bibliotecas porque hay un cabrón que arrasa con todos los libros.
Ese cabrón era yo.
Posiblemente el próximo libro de relatos que comience serán los Cuentos Completos, de Flannery O’Connor, libro que me regaló el amigo Gargantúa junto a su señora por mi anterior cumpleaños. Ellos fueron también los que me regalaron los cuentos de Saki.
Así que si vienes por Madrid, y te encuentras a uno que va por el metro o el bus, leyendo un tochazo de esa mujer, Flannery, seguro que soy yo.
Y si me sacas una foto de soslayo con el móvil avísame antes, que yo, coqueto como Luis Cernuda, tengo un perfil bonito y otro no tanto.
Que te gusten los cuentos de Chejov que he seleccionado para ti.

martes, 13 de octubre de 2009

La vida, instrucciones de uso, de Georges Perec



Abre bien los ojos, mira.
(Julio Verne. Miguel Strogoff)

Con esta cita se abre el mundo que nos regala, tan rizado y generoso, Georges Perec.
Para que lo mires, tal como es.
El mundo es un edificio parisino al que se le ha quitado la fachada para que puedas mirar, tú que eres tan curiosa, o tan curioso, lo que hay ahí dentro.
Todo, sin una aparente selección de estampas de epinar y bibelots que son descritos.
Dime, cuando tu lees, ¿te gustan las descripciones minuciosas, artesanales, que interrumpen el curso de la narración? Yo conocí a una chica que se saltaba las descripciones, pero si te saltas las de este libro, te quedas sin novela.
¿No te gustan las descripciones? toma mil dosis.

Pero cada chuchería, pintura, cómoda, figurilla, tiene su historia, entonces va Perec y nos retrata el alma de las cosas. La historia, intrahistoria, razón y sinrazón de cada cosa.
Decía don Pío Baroja que en la novela cabía todo, y tanto…
Todo tipo de intrigas y romances.
Primero te haces una idea de la estampa con una detallada descripción de lo que la habita. Luego te cuenta la historia no ya de la persona que allí viva, si no también de los que antes vivieron.
Y, como en un puzzle, porque esta novela es un puzzle, al igual que Rayuela se basaba en el juego que le da el nombre, esta obra se va construyendo al igual que un puzzle, que deberás unir tú, sin olvidar nunca que cada pieza ha de ser unida a otra.
Como buen francés, Perec es influido por el pensamiento estructuralista, tan en boga cuando él comenzó a escribir. Un elemento no vale nada por si mismo, se define sincrónica y diacrónicamente junto o frente a otros elementos. (La definición es mía, que me paso todo pensamiento filosófico por el tamiz de mi propia tontería).
Antes, durante, y a buen seguro que después, me he estado informando sobre esta magnitud publicada en la colección Compactos de Anagrama.


En alguna parte lei que recuerda a las películas de Jean-Pierre Jeunet, el director de películas tan deliciosas y extrañas como Amelie, La Ciudad de los Niños Perdidos, y Delicatessen. Es cierto, porque esa detallada descripción de la realidad es personalísima, original, misteriosa, entrañable…
Te coge con delicadeza del cogote para que te vuelvas y mires atrás, a toda aquella curiosidad que tenias de niño, que en todo te fijabas y todo te asombraba.
Ahora voy por la calle y miro a las personas y las cosas como lo haría Perec, como si fuesen una novedad, un misterio, una lección.
¿Es una de las grandes obras de la literatura universal? Lo es.
Te costara leerla, no es fácil, pese a su claridad es complejísima.
Si cada tarde lees un puñadito de sus casi cien capítulos te aseguro que llegado al final ya empezarás a sentir cierta nostalgia.

La tarde en que compre este libro, casi sorprendiéndome a mi mismo, me puse todo contento. Luego, las primeras tardes, que eran las últimas del verano, me iba a leer este libro a la gran terraza de la casa materna, rodeado de plantas, flores, edificios, gorriones y mirlos, bajo el cielo abierto, frente a las acacias, chopos, y plátanos de sombra.
En esas primeras tardes sentí algo muy especial: la felicidad del lector sin prisas, que se cree eterno para poder leer el mundo. Una sensación de mágico equilibrio con las cosas y con todo lo que me rodeaba, me ha salvado este mes de Septiembre de caer en una de esas negros estados de ánimo que me suelen atizar todos los principios de Otoño.

Un artista del trapecio -como se sabe, este arte que se practica en lo alto de las cúpulas de los grandes circos es uno de los más difíciles entre todos los asequibles al hombre- había organizado su vida de tal manera -primero por afán profesional de perfección, después por costumbre que se había hecho tiránica- que, mientras trabajaba en la misma empresa, permanecía día y noche en el trapecio. Todas sus necesidades -por otra parte muy pequeñas- eran satisfechas por criados que se relevaban a intervalos y vigilaban debajo. Todo lo que arriba se necesitaba lo subían y bajaban en cestillos construidos para el caso.
(Franz Kafka. Un artista del trapecio.


Uno lamenta no haber leído lo suficiente para reconocer todos los guiños- historias que Perec nos lanza. En su amor por la literatura, entre sus personajes los hay que son robados de otros libros de autores como Kafka, sí, me he vuelto a reencontrar con el artista del trapecio que leí de adolescente. También, otro de los personajes –con otro nombre-, es Bartleby el escribiente, aquel tipo inolvidable creado por Melville.
Un centenar de personajes principales, especie de novela coral, pero uno tan solo es el más absurdo de todos ellos, quizá el más serio, Bartlebooth, multimillonario inglés con un excéntrico plan que emprende desde casi adolescente para ocupar las horas de su vida.

domingo, 11 de octubre de 2009

Sobre el flechazo



I am just a dreamer,
but you are just a dream,
You could have been anyone to me.
Before that moment you touched my lips
That perfect feeling when time just slips
Away between us on our foggy trip.

You are like a hurricane
Theres calm in your eye.
And Im gettin blown away
To somewhere safer where the feeling stays.
I want to love you but Im getting blown away.


Si en el anterior post hablábamos sobre La Belleza, hoy quisiera que otro por mí lo hiciera sobre el flechazo, y nadie mejor que Neil Young.
Hace unas semanas volví a escuchar esta bellísima canción que yacía escondida en algún lugar de la memoria, esperando el momento en que se abrieran los resortes del reencuentro.
Quizá en el año correspondiente la pinchaban por la radio, o alguno de mis hermanos mayores la tuviera en alguna cinta.
Es tal como se cuenta, así sucede con todo aquello a lo que profesamos nuestro amor, ya sea Dios, mujer, hombre, casa, perro, árbol, flor, libro, idea, melodía, sentimiento, y a todos aquellos etcéteras que a nosotros se acogen, o siendo justos, a los que nosotros nos acogemos.

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Hoy cumplo dos años de bloguero empedernido y solitario -¡antaño tan expansivo!-.
Cien Locos en el Manicomio de los hombres necesitados, miren y asómbrense como la desnuda Emperatriz corta la cabeza del infausto Pasolosdías.

Tú nunca te cansas, tú nunca te aburres, eres el tonto que acabada la linde sigue caminando.
Si te llamo Autoengaño asentirás con toda tu gentileza. Responde.
Venus es el planeta que me representa, así­ que te doy las gracias, gracias por este baile, y por tus ojos maravillados.
Se acaban las navidades, otro año más desnuda entre la nieve, no tengo frí­o, mientras yo esté no tendrás frí­o.
Es ley de vida, y es muy humano de tu parte, no te juzgo por ello, si nos reprodujéramos de otra manera serí­as un enfermo, pero el cuerpo es así­, ya ves cí³mo tu visií³n estructuralista de la vida te salva: cada elemento se define junto o en contra a otros elementos.
Recuerdo un comentario que me dedicaste en una de tus páginas, en la que decí­as que yo no era provocativa porque no buscaba una respuesta sexual en tí­, sino que era una provocadora: esperaba una respuesta intelectual.
Ya ves como me aferro a tu ser, ya lo sientes. Desde niño el ansia de unií³n, y yo no dejo de pasearme por todas tus prolongaciones. Responde.
Yo no te ayudo, no soy de tí­, pero estoy ahí­, como esa cancií³n tan bonica de Amancio Prada, libre me quieres, pero no de tí­, ni de mí­ misma siquiera. Tan bonica la cancií³n como bonico eres tú, qué malo te pones ante esos afectos de palabra, como si fuesen desprecios.
Sí³lo cabe esperar otro ataque de locura, y ya, ya tenemos Vida por unos meses.
Ahora te dedico yo a tí­ un haiku de esos que están tan de moda:

"Sigue escribiendo:
cada verso es un beso
que no has dado".

Venus sugiendo caliente del océano polar catártico.

(Comentario publicado por Emperatriz el 5-1-08 en la bitácora de Salix Babilónica)




Have you noticed i've never been impressed
by your friends from new york and london
i'll level accusations like the press
until you realise that you've dressed yourself in tatters

because the man's needs
man's needs
are full of greed
full of greed
a man's needs
man's needs
are lost on me

a man's needs
man's needs
are full of greed
full of greed
a man's needs

i'm not bothered
what you say or how you dress
i'm a mess so you've always seemed inviting
but really
this all seems quite meaningless and i remember
that you never seem to see

the fact that man's needs

man's needs
are full of greed
full of greed
a man's needs
man's needs
are lost on me

a girl's needs
girl's needs
just don't agree
don't agree
with man's needs

have you noticed
i've never been
impressed by your friends
from new york and london?
but really this all seems
quite meaningless
and i remember
that you never seem to see

the excuse that man's needs
man's needs
are full of greed
full of greed
a man's needs
man's needs
are lost on me

you say your man's needs
man's needs
have lots on me
i don't agree
a man's needs
oh oh oh oh

(The Cribs)

jueves, 8 de octubre de 2009

Sobre la Belleza del Mundo

Esta bitácora cumple hoy un año.



Franz Schubert. Piano Trio In E Flat, Op.100

Esta pieza es netamente bella.
Podrás disentir de mi gusto y de todas mis emociones, y señalar tú otra melodía, que quizás a mí me deje indiferente.
La belleza nunca se casó con nadie, no es propiedad de uno sólo, ni mucho menos de una colectividad. Su relación con ella nos hace únicos.
No puede existir consenso, no debe haberlo, porque entonces todos escribiríamos el mismo verso y compondríamos la misma melodía.
Al igual que, aunque nos aproximemos a una idea de perfección, hemos de desterrar ese absoluto, esa llegada sin regreso ni posibilidad de partida. Hay que seguir buscando, aproximándose a todo aquello digno de nuestro amor.
Y fundirse con la brevedad de unos minutos, porque quizá el asentamiento definitivo signifique la muerte, no física, si no eso que llaman acertadamente “muerte en vida”.
Esta búsqueda, en mi experiencia personal, es aparentemente pasiva, y así ha de ser, porque no me paso el día cavando por ver si encuentro petróleo.
Paso los días volviéndome loco, paso los días buscando en penumbra…
Tampoco estoy aparentemente alerta, esta búsqueda es intuitiva, instintiva, azarosa, pero abierta -es decir, desprejuiciada-. Como una esfinge durmiente vigilo el camino.
No soy una hormiguita en busca de cosas, soy una araña que ha ido hilvanando su educación sentimental, magnética para atraer aquella sangre que me da la vida.
Llámalo sangre o aliento, mirada o beso, objeto o entidad artística, o simple y llanamente enamoramiento. Llámalo también flechazo, de gozo y dolor estremecidos.
En ese breve momento el alma despierta, y como en los versos de Holderlin, saluda la belleza del mundo.
No sucede a menudo ese encuentro, pero sucede tan escasas veces como para que sintamos la urgente necesidad de volver otra vez a la aventura homérica de su busca. Llámalo Itaca, y en cada estación se encuentra más que en la llegada misma, porque a la llegada cesa la búsqueda, y cesa la aventura lírica del alma.
Enamoramiento y temblor, flechazo ante el rostro sexual –por generador de vida e imitador de muerte- de La Belleza.
Este Otoño se cumplen diez años desde que escuché por última vez La Muerte y la Doncella, de Franz Schubert. En la primera parte de su segundo movimiento se halla ese encuentro o flechazo, la más pura y sublime expresión de La Belleza.
“Melodía como esta es una prueba convincente de la existencia de Dios”.
(Mencken)

Para celebrar el primer año de esta bitácora, queda abierta para ti esta pieza de Schubert, y por ahora sigue cerrada para mí, ¿hasta cuándo?

La Belleza del Mundo

martes, 6 de octubre de 2009

Mercedes Sosa vino a ofrecer su corazón



Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo

Cambia el clima con los años
Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño

Cambia el mas fino brillante
De mano en mano su brillo
Cambia el nido el pajarillo
Cambia el sentir un amante

Cambia el rumbo el caminante
Aúnque esto le cause daño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño

Cambia, todo cambia

Cambia el sol en su carrera
Cuando la noche subsiste
Cambia la planta y se viste
De verde en la primavera

Cambia el pelaje la fiera
Cambia el cabello el anciano
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño

Pero no cambia mi amor
Por mas lejo que me encuentre
Ni el recuerdo ni el dolor
De mi pueblo y de mi gente

Lo que cambió ayer
Tendrá que cambiar mañana
Así como cambio yo
En esta tierra lejana

Cambia, todo cambia

(Julio Numhauser)











¿Quién dijo que todo está perdido?
yo vengo a ofrecer mi corazón,
tanta sangre que se llevó el río,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

No será tan fácil, ya sé qué pasa,
no será tan simple como pensaba,
como abrir el pecho y sacar el alma,
una cuchillada del amor.

Luna de los pobres siempre abierta,
yo vengo a ofrecer mi corazón,
como un documento inalterable
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Y uniré las puntas de un mismo lazo,
y me iré tranquilo, me iré despacio,
y te daré todo, y me darás algo,
algo que me alivie un poco más.

Cuando no haya nadie cerca o lejos,
yo vengo a ofrecer mi corazón.
cuando los satélites no alcancen,
yo vengo a ofrecer mi corazón.

Y hablo de países y de esperanzas,
hablo por la vida, hablo por la nada,
hablo de cambiar ésta, nuestra casa,
de cambiarla por cambiar, nomás.

¿Quién dijo que todo está perdido?
yo vengo a ofrecer mi corazón.

(Fito Páez)

domingo, 4 de octubre de 2009

Un Dios Salvaje, de Jasmina Reza



Voy muy poco al teatro, ya me gustaría ir más, pero es necesaria gente que quiera sesión de teatro y una economía solvente. Esto último, al menos, para ver las grandes obras en cartelera. Según parece, en Madrid hay buena cartelera actualmente, Ana Belén en la Fedra de Eurípides, no me gustaría perdérmela…
Pero una vez al mes sería cosa buena, ¿no te cuestan tres cubatas casi lo que cuesta una sesión de las baratas?
Sin embargo, así como en el cine me he perdido mucho para olvidar también mucho, puedo recordar cada una de las obras de teatro, gozando de todas. Sobre todo tengo buenos recuerdos de los musicales, Los Miserables, por ejemplo.
Como pillamos las entradas a última hora –el día anterior, que es decir tarde-, sólo pudimos encontrar butaca donde antaño estaba el gallinero, como quien dice.
Aun así, uno para esos casos se pone elegante, con camisa de estreno y americana de pana oscura. Después de un café rápido en el starbucks –ese gran invento- vamos pasando y mirando alrededor, como un esnob le digo a la chica que conmigo va: la gente viene al teatro como quien va al supermercado. Me contesta: al teatro hay que ir elegante. Ella va de negro, con minifalda que al pasar por Sol se le levanta con el aliento del metro, grita: ¡no quiero ir de Marilyn! Le digo: o de Kelly LeBrock, en La Mujer de Rojo. Me dice: No es lo mismo Marilyn que Kelly LeBrock. Le digo: yo me enamoré de ella en La Mujer Explosiva. Me dice: en La Mujer Explosiva estaba muy bien, en eso te doy la razón.
En la mujer explosiva dos adolescentes con la hormona en sazón y bragas en la cabeza creaban por ordenador a Kelly LeBrock, con retazos de otras, como los labios de Marilyn.
En el teatro, delante se sienta una parejita de estudiantes. Él tiene pinta de futuro intelectual o gilipuertas, la chica le habla y el chico saca un libro y se pone a leer, hasta que se apagan las luces y suena la música y aparecen los cuatro jinetes de Un Dios Salvaje en escena. Luego, durante la obra, la chica acercara su cabecita al hombro de él, apartándola enseguida, ya que no había correspondencia por parte del futuro tontolaba y actual cretino.
Aún recuerdo aquella otra obra de Yasmina Reza, Arte, con Fltotats, Pou e Hipólito. Me acuerdo de cómo, justo al salir del teatro, compré el libro-Guión. Creo que lo he leído un par de veces, para recobrar esa fascinación inmensa que sentí por la obra, por todo el tinglado montado alrededor de una pintura en blanco.
Aquí el meollo viene de una pelea de niños, en la que al final no queda muy claro quien es la víctima, quien el verdugo. A partir de ahí se monta la guerra de todos contra todos de los adultos, de las parejas que haciendo piña en un principio terminan arañándose, pasando a ser guerra de sexos haciendo piña las mujeres y piña los hombres, terminando también ellas mismas y ellos mismos enfrentados. En ese caos quien es la concienciada pacifista termina siendo la más agresiva e histérica. Quien parece más egoísta –absorbido con ciertos sarcasmo hacia los demás por sus conversaciones de móvil por motivos de trabajo- luego resulta ser el que intenta arreglar las flores esparcidas, tiradas en el escenario por su esposa, la más fina y elegante, que termina desmadrándose.
Pequeña alegoría de las relaciones humanas en occidente y en familias de clase media-alta, Un Dios Salvaje es una comedia -¿tragicomedia?- profunda, nada superficial, inteligentísima, un texto de pura ironía que termina siendo sarcasmo abierto.
Como si Oscar Wilde se desmelenara y tirara la loza del te contra las paredes y hubiera guerra de tartas con los victorianos sándwiches de pepino.
La sobriedad del escenario de la acción –sobriedad de los escenarios de Reza- contrasta con la complejidad de los personajes.
Las interpretaciones son soberbias, sobre todo las de Pere Ponce –sarcástico con conversaciones de móvil- y Maribel Verdú.
Sobre todo la Verdú, haciendo de distinguida o pija sin afectación alguna, cosa difícil, por lo estereotipado de esta tribu tan ancha como larga.

jueves, 1 de octubre de 2009

Umbraliana (IV). El Otoño y las hojas muertas



Y hablando de japoneses...

María me trae el desayuno. Bacalao, fruta y leche con cosas para mojar en la leche, o un poco de miel. Nunca he entendido el desayuno español, el castizo cafelito del hambre que permite dejar el trabajo a media mañana para reforzar con un bocata. Tomo pastillas de distintos colores e intenciones. Es otoño y la parra del jardín está roja, larga, derramada, como una María Callas que nos da su recital de temporada, púrpura y silencioso.

El sol se ha retirado de la Virgen, pero no del jardín. El jardinero, Pedro, anda afanando con las hojas secas. En la piscina hay hojas secas y libros malos que tiré anoche. Viene un japonés con la leche. Un japonés dentro de un casco de motorista es ya un marciano o un criptonita. Nada que ver con un repartidor español. El repartidor español es siempre un amigo. El repartidor japonés es un funcionario de la leche. Sobre la mesa, junto a la prensa, tengo el primer fax del día. Es de Miguel Oriol, que glosa mis columnas, a veces, como de madrugada, y siempre con talento. ¿Cuánto madruga un arquitecto de la Real Academia de Bellas Artes? Más, desde luego, que un repartidor japonés.
Publicado en “El Mundo”, Por el camino de Umbral (13 diciembre 2000)


Hojas Muertas

Paul Desmond -compositor del famosisimo Take Five-, Stan Getz -revolucionario y virtuoso-, y Chet Baker -el poeta del Jazz-, en un video con sabor a tiempo perdido, y para ti recobrado:



Autumn Leaves, Hojas Muertas, es una canción sobre la que no se cansan de hacer versiones, lo hermoso que tenemos ante nosotros queremos hacerlo nuestro, es natural, querer hacerlo permanente, dentro de nosotros, como un atributo más. Como si lo hubiéramos creado nosotros, con nuestro estilo. Romanticismo es eso, vivir un ideal en el que creemos, representar una estampa que nos fascinó, recrear una melodía que nos pareció sublime. Aquí tenéis una selección, para que gustéis las variaciones sobre un mismo tema.

Bill Evans Trio
Nat King Cole
Miles Davis, John Coltrane y Cannoball Adderly
Y no podía faltar el contrapunto femenino, con Edith Piaf.

The falling leaves drift by the window
the autumn leaves of red and gold
i see your lips, the summer kisses
the sun-burned hands i used to hold
Since you went away the days grow long
and soon i'll hear old winter's song
but i miss you most of all my darling
when autumn leaves start to fall
C'est une chanson, qui nous ressemble
toi tu m'aimais et je t'aimais
nous vivions tous, les deux ensemble
toi que m'aimais moi qui t'aimais
mais la vie sépare ceux qui s'aiment
tout doucement sans faire de bruit
et la mer efface sur le sable
les pas des amants désunis


Como bien dijo el Eclesiastés, nada nuevo hay bajo el sol, pero sí podemos renovar el mundo, mirando con ojos que no enjuicien. No importa qué versión es la mejor, ni si mejora el original o no, pasad y servios, la riqueza del mundo reside en sus escasos elementos, con su infinidad de variaciones.

Las hojas del Otoño son las ruinas del sol del verano.
(Diluso, poeta machadiano)