miércoles, 18 de agosto de 2010

Elogio de la madrastra, de don Mario Vargas Llosa

Elogio de la Madrastra, del próximo nobel de literatura en lengua castellana don Mario Vargas Llosa, o eso o esto de la Literatura es un sinsentido sin juicio ni beneficio.



Este segundo movimiento de la séptima de Beethoven siempre me ha resultado erótico. Me sugiere una tórrida escena de amor, en un salón en penumbra tan sólo iluminado por el fuego del hogar, los amantes sobre una piel de oso. Tendré que consultar con un psicólogo la razón de tal evocación. O mejor me gasto los presuntos sesenta euros de la sesión en golosinas que despierten amor.


Porque la felicidad era temporal, individual, excepcionalmente dual, rarísima vez tripartita y nunca colectiva, municipal. Ella estaba escondida, perla en su concha marina, en ciertos ritos o quehaceres ceremoniosos que ofrecían al humano ráfagas y espejismos de perfección. Había que contentarse con esas migajas para no vivir ansioso y desesperado, manoteando lo imposible.
Elogio de la Madrastra. Mario Vargas Llosa


Esta cita podría servir como resumen del ideario liberal de don Mario, que con Los Cuadernos de Don Rigoberto casi consigue que yo también me haga liberal. Casi.
Ideal erótico, también, porque el libro, los dos libros, pertenecen al género erótico.
Lo que ocurre es que en Los Cuadernos de Don Rigoberto nuestro futuro nobel -después de la vergüenza que nos hicieron de pasar con Echegaray ya podrían, ya- escribe capítulos de propaganda liberal y capítulos de su imaginario erótico: tan tórrido, tan sugerente, tan malévolo, tan inteligente, tan sucio y tan enamorado.
Los Cuadernos de Don Rigoberto son como un anexo al Elogio de la Madrastra, anexo que leí hace diez años, antes de la novela madre -o madrastra-, y que por cierto, me gustó más. Y eso que Elogio de la Madrastra me ha gustado, y mucho.
Algún día debería escribir un post: razones para que le den el nobel a don Mario.
Conversación en la Catedral me dejó maravillado, un monumento, por ejemplo. No he leído aún La Ciudad y los Perros, pero todo se andará.
Podría citar más de esta novela madrastra, de este elogio, pero no subrayé: es este cariño mío por los libros comunales, bibliotecarios, públicos. Algún día haré acto de posesión y no leeré libro que no sea mío, en otros artículos sobre el tema he hablado de ello: necesito subrayar, aunque sea a Corín Tellado -a la que por cierto don Mario, presunto nóbel futuro, más os vale suecos dejaos ya de tanto milenium y tanto ikea e id a laurear a un Papa peruano de páginas endiabladas, tanto admiraba-.
Los Cuadernos de Don Rigoberto es novela más extensa, variada, con menos trama y más riqueza. Quizá por eso me gustó más. Tenía una estructura que incitaba a la lecura, dividiendo los capítulos en cuatro partes -¿o tres?-, no decaía en ningún momento. Pero reconozco que la génesis está en la novela primera, cómo no, con esa alternancia de trama y cuento.
No recuerdo muy bien la trama de Los Cuadernos de don Rigoberto, tampoco es que importara: importaban los personajes, su psicología.
Me he reencontrado con el metódico don Rigoberto, y me he vuelto a admirar de sus costumbres higiénicas, sus abluciones: cada día dedica media hora a una parte del cuerpo, orejas -de soplillo-, narices -ovidianas-, manos, piés... Y su entretenimiento primero: la pintura erótica, que sirve de insipiración a sus prácticas y fantasías.
Con Lucrecia, recién esposada con el orejotas, acaba de cumplir los cuarenta y levanta las pasiones de su marido e hijastro. Una venus solícita e imaginativa, cómplice de las fantasías de su Rigoberto y víctima de Alfonsito.
Pero es el angelical Fonchito el alma de las dos obras, el rubicundo púber es uno de los más malévolos personajes con que me he encontrado, pero invito a los lectores a que sean ellos los que conozcan a este luciferino querube, con tretas y mañas dignas de un sátiro ilustrado en épocas libertinas.
La trama es sencilla, el viudo don Rigoberto se ha casado con la divorciada Lucrecia, juntos llegan al paraíso en cada esquina de su cama, cada noche.
Lucrecia teme que el hijastro la rechace, pero no parece ser así, ya que el niño desborda muestras de afecto hacia ella, quizá en demasía.
Fonchito es un niño brillante, el primero de la clase, si algo no se le puede reprochar es que no sea ejemplar, de una sinceridad, bondad y ejemplaridad extremas, extremadamente diabólicas.
Hasta ahí puedo escribir.
Luego la trama está enriquecida por los cuadros que se montan los amantes, inspirándose en obras como las de Jordaens y Boucher que tenéis a continuación. ¿Quién dices que eres? Le pregunta Lucrecia a Rigoberto después de las abluciones, ya en la cama. Yo soy Candaules, rey de Lidia.
Candaules, en ebria confidencia, es informado de la adquisición de una esclava egipcia de hermosísimo trasero por parte de su ministro Giges. El rey le propone un trato: él le muestra el de su esclava, y él se las arregla para que Giges sea testigo de la belleza de la grupa de su esposa Lucrecia.


Candaules, rey de Lidia, muestra su mujer al primer ministro Giges, de Jacob Jordaens

Hay otro personaje, la doncella de la madrastra, Justiniana, que junto a Lucrecia inspira la historia de Diana después del baño, en la que cada noche juntas se dan al placer espiadas por el pastorcillo inspirado en el niño Fonchito, sabiendo estas dos que son espiadas por el bello mancebo.


Diana después de su baño, de François Boucher

Esta obra, Elogio de la Madrastra, es un canto al amor erótico, sin fronteras políticamente correctas, sin cortedades de ningún tipo. Desde lo escatológico a lo platónico, todo cabe aquí dentro.
Recomiendo su lectura por el alto nivel literario, por su buen gusto, por su estilo, por su amenidad, brevedad, incitaciones a evocar utopías en las que tan sólo caben dos, porque don Mario, liberal, no cree en otro tipo de utopías.
Los Cuadernos de don Rigoberto es uno de esos libros que más han influido en esta educación sentimental que me ha ido alimentando de sueños y quimeras. Si el primero es un canto al amor erótico, el segundo ante todo es un canto al poder de la imaginación erótica, capaz de crear esas utopías.

Coda

Una cosa lleva a la otra. Estos días, leyendo el libro editado por Tusquets para la colección La Sonrisa Vertical de narrativa erótica, recordaba que Luis García Berlanga presidía -o sigue presidiendo, casi nonagenario- los premios de esta colección.
Y me acordaba de esta tragicómica -¿cuál de don Luís no lo es?- película, con esos grandes actores. Un Juan Diego como siempre excepcional -que lo mismo te hace un San Juan de la Cruz que un señoritingo caprichoso-, una Concha Velasco en la madurez de su talento y belleza -fue Sta Teresa de Jesús, fue también la prostituta Purita de La Colmena- .
Y se me venía a la cabeza el tema principal, compuesto por Manolo Tena, herido por esta melancolía de canto de cisne.
París-Tombuctú


2 comentarios:

Hilvanes dijo...

Material Nupcial
de
Don Pablo Neruda.


De pie como un cerezo sin cáscara ni flores,
especial, encendido, con venas y saliva,
y dedos y testículos,
miro una niña de papel y luna,
horizontal, temblando y respirando y blanca
y sus pezones como dos cifras separadas,
y la rosal reunión de sus piernas en donde
su sexo de pestañas nocturnas parpadea.

Pálido, desbordante,
siento hundirse palabras en mi boca,
palabras como niños ahogados,
y rumbo y rumbo y dientes crecen naves,
y aguas y latitud como quemadas.

La pondré como una espada o un espejo,
y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas,
y morderé sus orejas y sus venas,
y haré que retroceda con los ojos cerrados
en un espeso río de semen verde.

La inundaré de amapolas y relámpagos,
la envolveré en rodillas, en labios, en agujas,
la entraré con pulgadas de epidermis llorando
y presiones de crimen y pelos empapados.

La haré huir escapándose por uñas y suspiros,
hacia nunca, hacia nada,
trepándose a la lenta médula y al oxígeno,
agarrándose a recuerdos y razones
como una sola mano, como un dedo partido
agitando una uña de sal desamparada.

Debe correr durmiendo por caminos de piel
en un país de goma cenicienta y ceniza,
luchando con cuchillos, y sábanas, y hormigas,
y con ojos que caen en ella como muertos,
y con gotas de negra materia resbalando
como pescados ciegos o balas de agua gruesa.

Príncipe de ArroyoLuche dijo...

Gracias por la aportación nerudiana, don Pablo hace honor a su fecundidad y sensualidad.
Yo aporto algo más escueto, que podría ser el lema de don Rigoberto. Por uno de mis poetas preferidos:

Consolación de la literatura

Por las aguas del cuerpo y de la mente,
la ciudad fluye hacia ninguna parte.
De vivir nos consuela sólo el arte,
que es estar con la gente, sin la gente.


Autor: Carlos Marzal Del libro: La vida de frontera.