Como el invierno en Madrid
así caeremos los dos
Yo soy distinto a vosotros, ni mejor ni peor, tan sólo distinto.
La diferencia nunca fue un logro, una distinción de calidad, o una marca para ser publicitada.
Un pequeño puñadito de miles de millones de personas buscando, esperando, o símplemente aceptando. ¿Dónde, el qué, por qué?
Yo respeto y hasta admiro en los demás aquello que les diferencia de mí. Hay rasgos que quisiera adoptar, otros que envidio, otros que rechazo indiferente, o vehementemente.
No tengo la necesidad de caminar hacia fuera, a las afueras, para conocer. Me basta con odiarme a mí mismo, o para aceptar y así meravillarme de mí, si acaso reprobarme o premiarme.
Con los días de Invierno fui aprendiendo algo, que basta con girar sobre uno mismo para encontrar el sol, y así ir probando algo de los restos del Otoño, o de las primicias de la Primavera.
Además, en estos días, se puede aprender de lo de fuera sin saltar de aquí hacia allí. Posmodernidad: el mundo, todo, todos, pasado y presnte, aquí y ahora. Del futuro mejor no hablar, quizá entre mi presidente Zapatero y mi presidenta Aguirre encolericen al dios que llevo dentro -dicen en Oriente que Dios vive aquí dentro de cada cual- y en arrebatos de diluvio y fuego me ahogue y me consuma. Asco. Acabarán conmigo, ya han conseguido acabar con mi paciencia. Seguro que esta ira divina no puede hacer nada por esta sodoma y esta gomorra de andar por casa. En Sodoma y Gomorra se daban por el culo. A mí estos gobernantes me dan mucho por detrás. Supongo que igual que a vosotros. Huyamos pues del discurso político sin mirar atrás, no sea que nos convirtamos en estatuas de sal.
Huir hacia dentro como yo, o hacia fuera como Julia Roberts en su nueva película, da igual. Todas las maneras son buenas, si uno consigue atrapar un poco de sabiduría, o simple y llanamente claridad.
Esta peli, Come, Reza, Ama, tiene sus cosas buenas y sus cosas menos buenas.
A mí es que este tipo de cine es que no me gusta, viene de una literatura new age americana que conozco más o menos, sí, he leído alguno de esos libros de superación personal, ya sea en género de autoayuda o de novela.
Esta peli es como una novelita rosa, y eso tiene su encanto, ya que me hace creer que me reencuentro en esas deliciosas peliculitas de Meg Ryan que me hacen salir del cine sonriente y ruborizado, que me hacen pasar mucha vergüencita, porque estas cosas del cariño son muy tontas y muy bonicas.
A mí este tipo de cine no mucho, yo voy por la compañía. Por ejemplo, por mí mismo no iría a ver la nueva de Robert Rodríguez, Machete, pero si a algún colega le va y me dice ven, yo por la buena compañía lo disfruto.
Anteayer, víspera de la huelga, estuvimos en el Bringas tomando pintas, y me pregunta uno de los colegas, que es del Osasuna: ¿tú por qué quieres que gane el Madrid? Le contesto: porque cuanto más tiempo esté en Europa, más tardes de tomar cañas hay. Es decir, a mí el Madrid me la repampimfla, pero me gusta estar con las cañitas y con los coleguitas zascandileando. Vaya respuesta más peregrina, me dice. Pues sí, tan peregrina como peregrinos son los pasos de Julia Roberts en la peli que pasaré a comentar.
Yo soy muy peregrino, pero de andar por Aluche, que es mi ítaca particular.
Quedamos en el castizo km. 0, yo llevo Desgracia, de Coetzee, para presumir de que leo alta literatura sudafricana anti new age americana. Para abrir boca, un enorme cartel frente a mí anuncia la peli en cuestión.
Me encuentro con una educadora de mi trabajo, le cuento que voy a ver esa película: te vas a aburrir, me parece. Sí, contesto, pero a la chica con la que voy le gusta este tipo de películas.
Aquella nueva hermana que adopté en León y que me llevó a los Sanfermines me tiene prohibido que le lleva a ver películas tristes.
Me trae una txistorra y me dice que ha ganado el tercer premio. Metemos la txistorra junto a la novela Desgracia en una bolsa de papel, en la portada de Desgracia hay un famélico perro, pero no sé si el poder de la literatura llegará a tanto como para salirse de sí misma y zamparse una txistorra made in Nafarroa.
Los cines Ideal huelen bien, y la sala está llena de mujeres. Nos sentamos todas a ver la peli y aunque parezca mentira algo rudo en mí se queja cuando empiezan los subtítulos: jo, leer, qué coñazo.
A esta chica la peli le gusta mucho, se siente identificada con la Roberts y se emociona.
Yo disfruto sobre todo con el episodio de Italia, como jalan en ese episodio. "Il dolce far niente", o mi filosofía: no hacer nada y no tener remordimientos por ello. Sí hacen algo: comer, beber, conversar, reír, pasear. Y de esta manera van alcanzando pequeños nirvanas de cada día, iluminaciones personales, efímeras pero renovables.
La Roberts, de labios como txistorras, quiere encontrarse a sí misma y lo deja todo y se pira a Italia a darse un chute de carbohidratos. Hay algo que no me gusta: no sé a qué viene, es inauténtico, el poner un aria de Mozart de La Flauta Mágica ante un plato de pasta. ¿No sería mejor Rossini y la urraca ladrona, digo yo? Es que la Reina de la Noche en su excelso canto es sublime, pero nada sensual.
Luego la Roberts se va a la India, a uno de esos suicidios colectivos hare krishna hare rama, con una gurú que nunca da la cara aunque su careto salga cada dos por tres. Ahí hay un señor que dice: ¡Ay, Julia! Muy simpático, la tía viandas que le llama a la Roberts de lo que come la tía. Me cae simpático, ese señor, es una especie de pepito grillo tocapelotas -tocaovarios en este caso-, un tipo de texas que le lleva la contra a la Roberts, pero luego se hacen amigos y todo. En este episodio que sucede en la India me acordé de mi hermana, que no se me olvide recomendársela, pienso, le gustará mucho.
Luego se va a Bali, donde ya estuvo antes para que la leyera la mano un anciano y simpático chamán. Anda que no hay gitanas en Sevilla como para irse a la quinta almeja a que te lean la palma y el alma. A mí este verano me leyó una gitana la mano en Sevilla, y me dio una ramita de romero. Por un par de euros, no más. Luego pisé una caca de perro. Ese día me sonrió la fortuna.
A la Roberts le sonríe la fortuna en Bali: Javier Bardem escuchando música brasileña se lleva por delante a Julia Roberts, con su auto loco. Luego, después del atropello, se enamoran.
El personaje de Bardem es raro de cojones, perdón por la expresión.
Me recuerda algo a mí con veinte años, cuando se intenta reconciliar con la Roberts por lo del atropello no habla más que de las cintas de música que tiene, y le dice una amiga de la Roberts a la Roberts: te voy a presentar a ese tío bueno que se parece a Sting, y dice Bardem: pues yo tengo una cinta con todos los éxitos de Sting.
Bardem tiene por costumbre el llorar mucho, es muy tierno, dicen todas. Y llama cariño a todo el mundo. A su hijo le da besos en la boca cuando se despide de él, cuando le deja en el colegio, según dicen, también. Esto no me lo invento yo, esto sucede en la película. Hay algo inauténtico: si queréis poner un brasileño poned a un actor brasileño, no a Bardem, por favor, a Bardem grabando música pop en cintas y dando besos en la boca a su hijo, ¡por favor!
La Roberts lucha contra sí misma por última vez porque duda después del amor con Bardem, habla con su chamán y ve la luz, y la peli es muy bonita porque como es de amor termina bien y se van a una isla los dos solos - el Javi y la Juli-.
¡¡Anda y que les follen la Aguirre y el Zapatero con sendas pichas frescas ahí en la isla a impuestos y a reducciones de nómina, ya verás tú cómo se les acaba la tontería romántica!!
Yo me reía por dentro, pensando en el romance de la Campanilla y el de Mar Adentro, en el episodio de Bali.
Coda
¿Y la huelga qué tal?
El españolito ante la prensa hoy -supongo, no sé si comprar La Razón o el Público- mareado ante las cifras y opiniones diversas.
En el trabajo uno de los chavales me reprocha: jo, cómo se notan los servicios mínimos.
Pero la menestra me salió rica, yo que pensaba ir a tocarme las narices y resulta que no paro en toda la tarde. El secreto de hacer rica una menestra está en picar mucha cebolla, pocharla, ajo y algo de pimentón. La menestra con mucha patatita, para que entre bien. En vez de jamón, puesto que hay varios marroquíes, pavo. Chachi. Luego hice tortillas de champi.
En mí luchaban del David afiliado a Comisiones y el David calvinista, odiosos los dos.
En este tipo de centros, con falta de personal, no hay huelga que valga para el estómago de esta gente. Si no se trabaja no cenan.
La Aguirre está empezando a demoler todo lo bueno hasta ahora, poco a poco va introduciendo el estado de malestar, privatizando con contratas.
El Zapatero es del PP. Que sí, que sí. Que lo lea y que se joda.
Yo voy abandonando mis simpatías políticas, votaré nulo, con la Roberts vestida de Campanilla en Hook, aquella peli. O con un calvo Bardem recitando sus poemas, mar adentro, etcétera...
Sería bueno echar de papeleta un insulto atroz, una proclama dolida, una receta de arroz con curry, una milonga despiadada.
Sería bueno, en las próximas elecciones, que todos hiciésemos huelga a la japonesa, votar sí, pero nulo todos, con fotos pornográficas o con estampitas de santos y místicos.
Y que a la noche, los medios, se pongan por fin de acuerdo en quién tuvo el verdadero éxito: el absurdo del votante, como respuesta al absurdo de los candidatos.
Yo, que nunca odio, os odio mucho, sois todos una panda de mocosos que han tomado las riendas de la casa, descuidándola y ensuciándola.
Tomo la voz del pueblo, micrófono-bitácora: no os entiendo, no sé qué pretendéis, pero conmigo no contad, como los griegos clásicos me pondré el cartelito de idiota: idiota era aquel que permanecía ajeno a la política.
Había un chiste:
El sargento, después de la campaña, dice a los soldados cansados y hambrientos:
-¡Tengo una noticia buena y otra mala!
-¡¡¡La mala, primero la mala!!!
-¡Que para comer hay mierda!
-¡La buena, ahora la buena!.
-¡¡¡Que hay para todos!!!