jueves, 25 de noviembre de 2010

Fabulosas narraciones por historias, de Antonio Orejudo



Fabuloso.
En unas horas, o quizá mañana, o quizá pasado, tendremos terminada la reseña. ¿Cómo se hace una buena reseña?
Primero se hace un resumen somero, luego se da una opinión sobre los personajes, la trama, el estilo y demás elementos de rigor.
De rigor mortis. La literatura ha muerto (y el comentario de texto también).
¡Viva la literatura!
Reinventemos las reseña en cada intento.

Lluvia de Noviembre



Nunca olvidará aquellos días de Noviembre de fríos prematuros, encapotados cielos y sirimiris como promesas de una tormenta apasionada.
Este muchacho, en esos días viajaba mucho en metro, sobre todo en la línea azul que cruza La Castellana: zona de negocios. Y hombres de negocios, estudiantes lectoras, jubilados van con él. A veces hasta les mira, alzando el rostro al astro de rostros como soles.
Hay, además, cuartos de hora de espera.
El tiempo se llena, se ocupa, se rellena -a veces hasta se usurpa-.
Era su transbordo preferido, salir de la línea gris en Príncipe Pío -en la novela Estación Norte- para dar unos pasos, sin subir ni bajar escaleras mecánicas que le provocan vértigos, y llegar al andén de la línea azul. Poco se hacen esperar los trenes de metro de la línea azul,  latas que siempre van rebosando sardinas humanas.
Aquel libro que leía por aquel entonces le entretuvo como ninguno; le complació, arrebató, entusiasmó, escandalizó tanto como ninguno. 
Iba a comprar kokotxas e iba con el libro. Iba a cuidar con su sobrino e iba con el libro. Iba a visitar al enfermo e iba con el libro. Iba a cocinar con los amigos e iba con el libro. Iba a comer con viejas amigas jóvenes e iba con el libro.
O el libro iba con él.
Parecía como si el libro le llevara al norte de Madrid, Castellana arriba o alrededores.
Lo mismo es que el libro quería ir a la calle del Pinar, donde suceden esas fabulosas narraciones que se exhiben como historias.

Cómo llegar.

Quizá dentro de unos añitos lea lo anterior y sienta nostalgia del buen libro malicioso.
Como nostalgia se siente ya de las horas de lectura entregadas a Mary Tribune, de García Hortelano, hace diez meses. El recuerdo de esta lectura irá abrazado al de la nieve. Yo leía y salía a fumar a la terraza con un abrigo y un Aluche fantasmal e invernal se unía a las imágenes creadas en el verano en Argüelles. Si no me confundo, Mary Tribune se encapricha del prota que vive en Argüelles.
¿Cómo se llega a un libro? A veces por consejos, a veces por arrebatos, a veces por la curiosidad, y a veces por otros libros.
Llegué al Mary Tribune a través de una reseña que leí por Rafael Reig. Por este señor con bigote llegué también a esta lectura de hoy, el libro de Orejudo, pues lo aconsejaba fervorosamente en su Manual de Literatura para Caníbales.
Esta novela-manual la leí hace un lustro, y luego se la fui dejando a la gente, hasta llegar a mi hermana adoptiva -a la que por cierto debo un cocido madrileño como los que se comen en Fabulosas Narraciones por Historias, pero con cerdo, por favor-.
Cuando me lo devolvió, hace unas semanas, estuve releyendo algunos pasajes y me llamó la atención este consejo literario. Así que miré tiempo después en la biblio, sin esperanzas, y allí estaba.
Terminado el capítulo diecichocho -sucede en un lupanar- del Ulises del tío Vanguardias -capítulo merecedor de ir a la tumba de Joyce, despertarle de su sueño letal y llevarle a un descampado para pedirle explicaciones, primero con civilizadas maneras, y si con este educado intento de dialéctica no se consigue nada, habrá que recurrir a la dialéctica de las yoyas, como recomiendan algunos personajes de la novela de Orejudo, y como escribió algún día Jose Antonio Primo de Rivera, personaje engominado de la misma, además de fundador de Falange (que era algo así como un kamasutra de la moral, como tantas utopías)- comienzo la tonificante lectura del libro de Antonio Orejudo.
Y ahora toca el capítulo diecisiete. Cuando escriba mi novela pondré como personaje a Joyce resucitado: juntos nos iremos a beber pintas de cerveza negra y discutiremos sobre literatura. Llegaremos a las manos.
Pero como en el fondo los dos somos dos hombres machadianamente buenos, haremos las paces y nos iremos juntos a algún puti-club para que vea a las nuevas generaciones de personajes prostibularios en potencia.
Los personajes de Fabulosas Narraciones frecuentan los burdeles de aquel Madrid de felices años veinte, años de Charleston para niños bien y señoritas literatas. O niñas bien y señoritos literatos.
Leyendo esta novela me acordaba de otras dos, con las que encuentro alguna relación: la mencionada de Rafael Reig y una de un señor que se ha hecho mayor, casi de pronto.
Son distintas, Fabulosas de Orejudo y el Manual de Reig, pero tienen una misma sangre irreverente, expansiva, fabuladora, una intención de reinventar la literatura patria, de hacernos ver su lado cómico, su chifladura. Benditas sean, tan malévolas.
Me acordaba también de la obra maestra Las Máscaras del Héroe, de Juan Manuel de Prada. Pero de esta no diré nada porque hay un señor que tiene muy malas pulgas que le tiene apadrinado y es capaz de hacerme lo que yo le haré en mi novela al tío Vanguardias, Joyce para los -sus- amigos.
Sí, yo temo a ese señor que vende muchos libros y que escribe columnas en los dominicales. Además, es amigo de otro señor que escribe en otro dominical de la competencia -ideológica entre otras competencias- que detesta a los blogueros e inventa bellos nombres para estas regiones, regiones ocultamente furibundas.
Pero sigamos con lo nuestro.

La novela

Poco diré de su trama, de sus personajes, de sus ambientaciones, de su estilo.
Podría decir que la trama es trepidante, que los personajes tienen profundidad psicológica, que sus ambientaciones son evocadoras, que su estilo goza de multitud de registros.
Podría decir esto y luego cenar, ver Cuéntame cómo pasó, y acostarme con la conciencia bien tranquila.
Luego me levantaré e iré a trabajar y la vida transcurrirá sin más contratiempos que los de todas las épocas con sus cuatro jinetes de siempre con distintas máscaras.
Pero ya están otros para hacer resúmenes y análisis.
Yo me conformo con lanzar cohetes de opinión, de malgastar o hacer bien uso  -según quien lea- de espacios en blanco. Me conformo con divagar y hacerme el despistado, como quien no quiere la cosa, como un carterista de la literatura, como un vampiro de las ideas. Pues un lector que escribe es como un carterista -tira el DNI primero, qédate con el resto, que no se sepa a quien perteneció-, o un vampiro -alimentarse de la tinta ajena, como un no-vivo que sólo vive a través de los libros-.
Sobre la novela, digo, lanzaré impresiones como cohetes:
-Episodios aberrantes y sacrílegos, narrados con tal maestría que admírate tú del Marqués de Sade. La ironía, cuando viste la aberración desnuda, da lugar a lo que se llama página netamente literaria.
-Chispazos de comicidad por sorpresa.
-Irreverencia con la crema de la intelectualidad y las artes que han sido el corazón literario de nuestra historia literaria reciente: generación del 98-novecentismo-generación del 27. Bueno, Jose Antonio Primo de rivera también escribía versos.
-Una gamberrada en todos los sentidos, en formato novela: uno cree que está leyendo algo serio. Seguro que hay gente que pensará que está leyendo algo serio. Hay cretinos de cualquier condición.
-No deja títere con cabeza. Mejor dicho: convierte cada cabeza en títere. Personajes como Unamuno y Ortega, por ejemplo, pero ante todo es impagable -cómo me gusta este palabro- Juan Ramón Jiménez, alrededor del que giran casi todos los ataques de hilaridad del lector.
-Patricio, Maritini, Santos -mi preferido-. Se les coge cariño, siendo como son unos delincuentes, unos sádicos, unos trastornados ... tan entrañables, sin embargo.
-Tras de todo aquello que sale en los manuales, hay una trama oculta, digna del conspiranoico con más talento y delirio: por ejemplo, yo, que soy cien locos.
-El pérfido Ortega en contra de los ejércitos de la literatura garbancera. Hay dos tipos de escritores: los que saben escribir una novela dominando tramas, personajes, descripciones: es decir, los realistas; y los que como no saben hacer un relato convencional se inventan la literatura a base de chispazos y fuegos de artificio. Para mí son los auténticos, los genuinos, los umbrales, los ramones, los ortegas, los lorcas, los valles.
-Las cartas al dr. Moore y sus respuestas porían formar parte de un libro de relatos eróticos y perversos. Por favor, con ilustraciones daguerrotipos de esos tiempos.
-¿Un libro llamado Los Beatles, con personajes que son cuatro amigos, dos de ellos se llaman Juan y Pablo y que se pelean y se separan? ¿Podría haber una secuela de Fabulosas Narraciones por Historias con hermanos como los Panero y los Goytisolo que se hable de una novela llamada Mecano? Mecachis ...
Nada, que ha sido una gozada de libro, y seguro que me dejo cosas en el tintero de las ganas, me iré acordando según pasen las horas, pero esto sería el acabose, lo de no acabar nunca.

Dramatis Personae

Y ahora un repaso a algunas de las celebridades que mariconean por estas páginas:
Don José Ortega y Gasset, el incansable luchador por la europeización cultural de España.

El ilustrísimo señor catedrático don Miguel de Unamuno, la más fuerte personalidad de la generación del 98

El exquisito prosista y refinado poeta Juan Ramón Jiménez

El ingenioso escritor Don Ramón Gómez de la Serna




Ese escritor sensible a los más imperceptibles matices de la observación que es Azorín

El inmortal tío Jose María de Pereda.

Federico, el mejor intérprete del alma de Andalucía.
El repeinado Jose Antonio Primo de Rivera


Daguerrotipo de la época, similar a esos de las revistas que compraban  -y en que participaban- los personajes de la novela.

 Nota: menos en el daguerrotipo, las notas a pie de foto están sacadas de las descripicones de los personajes de la novela.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La Divina Comida

Cartel diseñado por nuestra querida Gabs

Ayer celebramos La Divina Comida, ágape que cinco compañeros de universidad organizamos para sorprender y agasajar al resto.
Ya hablé de ello en Septiembre, en aquel post sobre Keats: a la salida del cine nos fuimos de cañas y entre trago de cerveza y tapa de serrano fuimos jugando a convertir la obra literaria o cinematográfica en algo físicamente comestible.
Otro ejercicio de alquimista más, a los que soy tan aficionado.
Convertir el barro en oro, ¿no es como hacer de la harina el pan?
ajñlfnpañnfnañ
o
casa lirón matraca en cómo lisonjero consuegra miro mía ornitorrinco
es decir, la letra, la palabra, el fonema, la entonación, ¿no son materia sin sentido que el alquimista reorganizará seleccionando para crear algo como... ?


Pensaban que estaba ocioso
en sus prisiones estrechas,
y nunca estarlo ha podido
quien firme al pie de la brecha,
en guerra desesperada
contra sí mismo pelea.


Pensaban que estaba solo,
y no lo estuvo jamás
el forjador de fantasmas,
que ve siempre en lo real
lo falso, y en sus visiones
la imagen de la verdad.

(Rosalía de Castro)


La palabra, la letra aslada que la poeta aquí transmuta en metal precioso.
Aunque yo, sin embargo, admiro a los alquimistas que hacen del sonido melodía:


Es necesario el fuego, llámalo pasión.
Hay alquimistas que unen sus talentos para crear algo grande, inmenso y bello. Se junta la voz del flamenco con el piano del jazz, el ritmo del son, la letra dolida, la melodía como un sollozo y surge este oro que publico en el blog de La Belleza.
Eso sí, quien se atreve a la alquimia se arriesga al fracaso, tentativa tras tentativa algo puede hacerse, y hasta es posible que nunca se encuentre aquello que se busca. Pero caminante no hay camino, se hace camino al andar que dijo otro poeta que sí encontró el oro de su poesía, prueba de ello son su último verso:

Estos días azules y este sol de la infancia.
(Antonio Machado)
Y hay también, en mi opinión, mucha riqueza en el intento. En el mero hecho de sentarse -o encaminarse- a estudiar y a ensayar, a ensoñar, ya se intuye el oro, como si se derramara.
Pero volvamos al principio, que uno como tonto camina y camina y acabada la linde sigue caminando.
Estábamos, digo, bebiendo cañas y azuzando a los perros del ingenio para que ladraran platos sonoramente literarios.
Así surgieron El pavo en llamas, Miré los quesos de la patria mía y demás estimulantes gástricointelectuales.
Ayer pasamos la tarde dándole a los fogones, con el placer que da cocinar para los amigos, sin responsabilidad laboral alguna, que al igual que el jefe te puede amonestar severamente el amigo suele ser condescendiente y agradecido.
El pan Pan Quijote de la Mancha y El Bizcocho demediado fueron artesanos, que para eso había una panadera-editora entre los cinco. Si es que los alquimistas de hoy somos así: polifacéticos, polimorfos, polifónicos, políglotas, polizontes, polillas, politicofóbicos, polietcéteras.
Como todos los cocineros, soy algo vanidosillo, pero eso no quita para aceptar que El Bizcocho Demediado fue lo más rico que se comió ayer. Bueno, en mi opinión.
Otros alababan las cocochas. Apuntamos muy alegremente lo de Las alegres cocochas de Windsor. ¿Dónde encuentro yo ahora las cocotxas? Me preguntaba.
El pasado Miércoles las encontré antes del cierre en un pequeño mercado que hay en Aluche, en la calle Seseña, en una tienda de congelados. Con el tendero compartí impresiones sobre las caras, suntuosas y sustanciosas cocochas.
-¿De merluza o de bacalao?
-De merluza, prefiero las de bacalao, pero a la gente le gusta más las de merluza.
-Se venden más las de merluza, pero a mí también me gustan más las de bacalao, son más gelatinosas, tienen más sabor.
Ya hice mi elogio a la kokotxa en este otro post a ritmo de swing, receta incluida.
Fuimos aplaudidos, aunque me dejó mal sabor de boca el fallo en los 20 granitos de arroz y un orejón desmenuzado, el arroz se me pasó y el dulzor no tuvo su punto. Además, que dejé al anfitrión la olla medio requemada.
La culpa la tiene el Neruda, que seguro que se vengó por hacer de su obra más dulzona un jocoso postre.
Y con esto y un bizcocho (demediado) hasta el siguiente post tocho.
Que el espíritu de la golosina os bendiga.


Coda

martes, 16 de noviembre de 2010

Berlanga. El mejor o los mejores.



La crítica en general y su expresión en obituarios en especial necesita mili.
Necesita, digo, llegar a la mayoría de edad para la sabia ecuanimidad y la templanza de ánimo.
(Olé, qué bien me queda)
O mejor no, quién quiere madurar, ni yo mismo lo quiero, excuso excusas (Pequeño Alex de Burgess dixit). Y menos en las artes y las letras, donde esa madurez es segadora mortal de talento. Mejor la visceralidad adolescente de los articulistas y opinadores.
Falleció Berlanga, el gran director de cine patrio -ahora sí que es gozoso decirlo, patrio, con esa ironía y comicidad suya-. Fallece uno de los grandes y los degustadores de alabanzas como yo leemos en los periódicos y escuchamos en la radio las elegías de amigos, colegas, espectadores, y conocidos.
A mí me gusta cuando alguien habla bien de un colega y ensalza su pluma o cámara o pincel a la altura de las nubes parnaso. También me gusta cuando se ponen a parir: a falta de revistas del corazón con sucesos que producen bostecitos, los amantes de las letras tenemos la tentación del cotilleo, del sálvame deluxe de letraheridos. Si no fuera por ello, siendo tan emocionantes los libros, qué anodinas las vidas de los autores si no fuera por esos culebrones de extramuros de las bibliotecas. ¿Por qué no fue Paco Umbral a la boda de Camilo José con la Castaño, siendo su discípulo dilecto? ¿Cuál fue el motivo por el que Gabo fue golpeado con ira por Varguitas? ¿Cuánto se echaba Cervantes para la hucha cuando iba de pueblo en pueblo recaudando para la cosa pública? ¿Góngora y Quevedo se llegaron a dar por culo físicamente también, además de en sentido figurado? Lorca, Buñuel, Dalí ... ¿tararítararí? ¿Pasaba Juan Ramón Jiménez muchas horas esperando a pie de calle a Zenobia cuando ésta no le hacía caso puñetero? La vida de Lope quizá fuera tan interesante como su teatro... Kafka salva su estampa gracias a sus perversos pecadillos de rijoso mirón. Luego está Baroja, que al contrario que lo que dijo Wilde de sí mismo, puso todo su genio en su obra y quizá algo de talento quedó para su vida, más que talento talante, con su fecundidad de trabajador estajanovista.
Pero aquí habíamos venido a meditar sobre los escritores de obituarios. Y sobre Berlanga.
Tienen, los homenajeadores, la extraña costumbre de llorar al difunto diciendo: era el mejor.
Lo mejor excluye otras bondades que quedan por detrás. Como decir: el único, y luego los otros.
Está bien, si no fuera porque en el siguiente sepelio el mejor será el difunto.
Murió Antonio Flores y leí en la prensa: era el mejor compositor de canciones de los ochenta. Luego otro tanto con Carlos Berlanga, hijo genial del genio Luis García-Berlanga. Luego con Antonio Vega, que no era ni mucho menos peor que los anteriores: en mi opinión era mejor. Aunque mejor aún, o en igualdad es Sabina, que se quede muchos lustros.
Hace años, los amigos de Aluche nos echábamos puyitas con eso del mejor amigo, y decíamos caústicamente: éste, que no ha superado aún la edad del mejor amigo.
De ahí viene ese candor adolescente que achaco yo a los que escriben obituarios. En su derecho están, sobre todo si eran amigos, o símplemete admiradores. En nuestros derecho estamos, todos, de sentir esa pasión en el recuerdo, esa pasión excluyente que nos hace decir en un instante dado: el mejor, lo que más me gusta.
Lo mejor es mirarte a tí a los ojos.
Lo mejor es sestear sin preocupaciones.
Lo mejor es comer con las manos.
Lo mejor es vivir como si nada.
Luego están las preocupaciones diarias, vanas, todo es vanidad, etcétera. Hasta que llega otro momento de pasión arrebatado y dices:
Lo mejor es el beso que se roba.
Lo mejor es la ensalada de pimientos.
Lo mejor es levantarse enamorado.
Lo mejor es la paloma picoteando en el quicio de la ventana..
Yo siempre digo: el mejor amigo es el buen amigo que está contigo en ese momento.
La mejor canción es esa que te arrebata en ese momento.
El mejor libro es ese que estás viviendo en ese momento, o que estás recordando porque te dio vida y te la sigue dando.
La semana anterior comí dos veces cocido madrileño, ¿por qué? Por que es el plato que más me apetece en ese momento o que estoy disfrutando en ese momento. Que no se me pongan delante unos macarrones con chorizo, gratinados, eso es lo mejor. O pescadito frito, variado -boquerones, sardinillas, acedías, salmonetes, chicharros, calamares-  con un tomate abierto con pizca de sal y chorro de aceite de oliva.
Lo mejor es el instante, pero seamos prudentes: la vida es una suerte de instantes encadenados: los mejores instantes.
Ayer volví a ver Plácido, creía no haberla visto, pero la habré visto ya un par de veces antes de esta de ayer. Dicen que es la mejor de Berlanga. Bueno. La mejor es El Verdugo, que la tengo más fresca en la memoria. Pero si viera La Vaquilla, diría que es la mejor, con uno de los mejores finales de la historia del cine español, los últimos minutos con la canción de Angelillo como fondo, como fondo el azul cielo sobre la tierra seca, las carroñeras aterrizando con segura parsimonia sobre la ya comida y recomida vaquilla, negra metáfora que concluye y representa simbólicamente la película.



Finales de cine que son los mejores finales hay varios, a mí me gustan también dos de Almodóvar, el mejor director español. ¡Uh, perdón, que está por ahí Garci!
Es estremecedor el final de la película ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Genuino e impagable también el final de Átame.
En estos días obituarios leía yo, o escuchaba, que Berlanga era el mejor director de cine español, y alguien decía: por encima de Buñuel. Por encima de Buñuel  estoy yo, que me monto en mi cabeza unas películas que ni el Azcona-Berlanga en sus mejores momentos.
He visto varias veces, sobre todo, La Vaquilla y Todos a la cárcel. A mi padre le gusta mucho Berlanga, y tiene una buena colección de sus películas. He visto otras, claro, París-Tombuctú con la bellísima canción de Manolo Tena, que por cierto es el mejor compositor de canciones. Se lo leí al mismo crítico que dijo que era Antonio Flores.
Pero yo siempre he sentido predilección por esta canción de Carlos Berlanga, que es el mejor:



En esta negra canción ha salido al padre, con su proverbial humor negro.
El esperpento, como si de Goya a Valle y de Valle-Inclán a Berlanga se pasaran el testigo. El esperpento, el disparate, esa deformación explicativa de la realidad absurda, es uno de los ingredientes característicos de Berlanga. El ajo de su gazpacho, y un gazpacho sin ajo no es gazpacho.
Tiene también como ingrediente esencial de su cine el ruido, el ajetreo, las prisas, la algarabía disparatada y cómica que oculta con su bullicio el silencio: la tragedia.
Lo decían en la radio, el otro día, Berlanga te hacía reír con una mano, y con la otra te oprimía el corazón.
En Plácido, por ejemplo, sólo hay un fondo de trágico silencio, lo que ocurre es que es tan vergonzoso lo que ocurre que es preciso ocultar esta desnudez desamparada con un traje de Navidad y cómico ruido.
La mejor película de Berlanga es Plácido.
No, La Vaquilla, el disparate de la guerra, la tragedia del hambre.
No, El Verdugo, tan imperecedera que está sucediendo. En países civilizados, como Estados Unidos. Si Berlanga fuera norteamericano, ¿quién sería? La ley para los anticomunistas seguro que iría contra él, a él, que según creo no era comunista.
¿Qué era Berlanga? Un erotómano, y llevaba o presidía una colección: La Sonrisa Vertical. Los erotómanos y la política casamos mal, yo sigo pensando en votar en las próximas elecciones voto nulo. Con el culo.
Con el cartel de París-Tombuctú, por ejemplo, o cualquier otra estampa de Venus Calipigia actualizada.


martes, 9 de noviembre de 2010

Los reencuentros felices. William Blake: sabio, loco, místico ( y II)





Estos haikus los escribí hace unos tres años tras una relectura de El Escolar, de Blake:


Inocencia

¡Infanticida!
No asesines tu niño
¡Deja que crezca!

Un niño tienes
dentro. Si lo abandonas
perdido estás.

No tengo nada
perdida la inocencia.
¿Y qué hay, ahora?


El escolar

Adoro levantarme en una mañana de verano
cuando los pájaros cantan en todos los árboles;
el cazador distante sopla su cuerno,
y la alondra canta conmigo.
¡Oh, qué dulce compañía!

Pero ir a la escuela en una mañana de verano,
¡Oh, desbarata toda la alegría!
Bajo un cruel ojo anticuado,
los pequeñitos pasan el día
entre suspiros y congoja.

¡Ah! Entonces a veces me siento y desisto,
y paso muchas horas de ansiedad:
sin obtener satisfacción del libro
ni sentado en la sala de clase,
agotado por la pesada andanada.

¿Cómo podría un pájaro nacido para disfrutar
sentarse en una jaula y cantar?
¿Qué le queda a un niño aburrido y con miedo
salvo plegar sus alas tiernas
y olvidar su dichosa primavera?

¡Oh, padre y madre! Si se cortan  los pimpollos
y se quitan los capullos,
y si a las tiernas plantas se arrebata
el júbilo del florecimiento,
mediante la pena y la ausencia de cui­dado...

¿Cómo despertará jubiloso el verano,
o cómo brotarán los frutos estivales?
¿Cómo cosecharemos lo que el dolor destruye,
o bendeciremos la maduración del año
cuando irrumpan los resoplidos del in­vierno?
William Blake. Cantos de Inocencia


Es este el poema de William Blake que junto a sus grabados y pinturas me hizo darme cuenta de algo. Como un reencuentro.
Es, además, uno de mis poemas preferidos de cualquier tiempo y lugar.
Tan distinto a mí, tan extremista y extraño, de fácil comprensión y difícil asimilación, Blake es muy distinto a mí, tan parecidos.
Si acaso en el desprecio de cierto tipo de mediocridad, si acaso un singular escapismo de lo regular.

No, no comparto quizá un extremismo de loco, pues al igual que él, loco, tengo mis propios extremos.
Esa estética suya me fascina, no quizá su ética, aunque todo es encontrarse o reencontrarse, en esta vida.
Preferible, dice, es asesinar a un niño en su cuna antes que albergar sueños insatisfechos. Pero solemos confundir retales de la obra con el vestido de su creador, y eso no es así, esos proverbios del infierno los dice un diablo, no el propio Blake, el visionario, el que ve, que se llama a sí mismo El Justo.
Sin duda en esa corriente de ensueños que corre paralela a los frutos artísticos realizados, los sueños se deslizan y todos los que tienen este tipo de inquietudes los sueñan. Ensoñando sueños ya soñados, que otros ya soñaron. La vida es sueño y el sueño forma parte de la vida, tanto como el sueño consumado. Potencia y acto. Lo que sucede ya sucedió dentro antes.
Críptica, la parrafada, ¿eh?
Llevo minutos intentando encontrar un palabro que no me sale, miro los diccionarios de sinónimos on line y de poco me sirven.
En la punta de la lengua.
Sucede también en la lectura de los poetas, la mayoría de ellos obscuros, crean cierto desasosiego en el lector.
Uno se inclina más a los claros, a esos que con palabras claras son complejos. Blake es de estos. Yo huyo de esos que no dicen nada usando palabras confuas y ...
Encontré la palabra, me ha venido de pronto, sin buscarla: hermético.
Y aquí sigo, divagando por divagar.
Los reencuentros y encuentros más felices son los que no se buscan apenas, uno deja de pensarlo y aparece de pronto.
Podría haberme ahorrado frases, pero escritura es juego, creación es búsqueda, y cuando uno se halla metido de lleno en el río dejándose llevar, ¡zas!, saxofonista de jazz, aparece la melodía perfecta.
Dejemos la divagación por unos instantes y sigamos con el hermético -tan claro él y certero como dardo en la diana-, William Blake.
Lo primero que tuve entre mis manos de su obra fue un libro tomado de la biblioteca municipal, una antología bilingüe, ¿o eran dos tomos?
Las clases acababan de terminar, comenzaban las vacaciones. Como todos los veranos yo iba al pueblo, y me cargaba una mochila con libros públicos y libros privados -propios- para esos meses, o ese mes.
Sentado con los amigos, fumando en unos bancos de la calle Camarena, yo disfrutaba ya con el simple tacto del libro.
Ahora recuerdo que me pasó algo similar con el poeta John Donne, antes de comprar algo suyo tomé prestada de la biblioteca una antología bilingüe.
Yo, que pese a todos estos años de estudio no tengo pueñetera idea de inglés, al igual que de francés, sentía predilección por las antologías bilingües, y leía algunos poemas de las dos maneras. Recuerdo este poema de Donne:

That thou lov'st me, as thou say'st,
If in thine my life thou waste,
That art the best of me.

Así comprobé que, al igual que hay una poesía que unos antepasados escribieron en castellano antíguo, pues eran antepasados; hay también un inglés antíguo. En vez de decir you decían thou.
¡Oh, tú eres lo mejor de mí!
La originalidad de Blake reside ante todo en sus pinturas, dibujos, grabados, llámalo lienzo o papel o como sea.
Tiempo después compré un calendario, desde entonces siempre compro calendarios, regalados o por mí comprados -llegué a tener uno guarrete de la interviú con la chica interviú del año: era rubia y a veces salía en las fotos con una de raza negra-. En los últimos años me ha dado por los calendarios de la revista Fotogramas, es así como uno tiene sueños de cine, ahora en Noviembre Katharine Hepburn ofrece fuego a James Stewart en Historias de Filadelfia.
(Como se entere la ministra de sanidad se me mete en casa y me arranca el calendario y me denuncia por nicotínico y perverso. Más me valdría el calendario de la interviú con la africana y la española: alianza de civilizaciones)
Siempre me deshago de los calendarios al terminar el año, pero ese de Blake lo conservé, y algún curso en la facultad hice collage con él. Decoré mi carpeta con las cosas de Blake.
Siempre me gustó, en Septiembre, decorar las carpetas como quien decora su mente -y su alma-, para el nuevo curso.
Cuando estudiaba Hostelería, rama Cocina, tenía a la Sharon Stone -celebrada por entonces por nuestros instintos básicos- y a los Beatles en un collage entre cinéfilo y musical. Algún compi de clase, sentados algunos frente al lago de la Casa de Campo en horas de pellas, decía: está buena, pero yo prefiero a la Maribel Verdú, que con sólo mirarte te devora.
Yo era más de Sharon Stone. Hoy prefiero a la Verdú.
Estos compis míos ocupaban las pellas en tirar piedras a los patos del lago. Yo pronto me fui yendo solo -sin tilde- a mis añoradas pellas de cine en los Renoir y los Alphaville.



Coda

Impagables imágenes en una gran canción evocadora:



Ahora tú qué pensarás,
si cuanto más me oprimían
más amé la libertad.

viernes, 5 de noviembre de 2010

A favor y en contra de Dragó



El señor Dragó no sabe ni lo que dice, quizá todo esto es algo para darse publicidad y el negocio se le ha ido de las manos. Según parece esta noche se defenderá en la tele: más publicidad, entonces, y a meter más la patita. Alquien que, cuando le preguntan de dónde saca el tiempo para leer tanto como dice y también escribir, presume de no ir a saraos, mientras que paradojicamente está saliendo a la vez en cuatro programas de televisión y en tres tertulias en la radio, ¿es que se clona o se piensa que el receptor no procesa bien la información emitida?
Una vez hablé con él en la feria del libro, le admiramos mucho, dijo mi hermana, pero no estamos de acuerdo con muchas de las cosas que dices. Ni siquiera yo estoy de acuerdo conmigo mismo, dijo.
Al menos asimila sus contradicciones.
Ahora parece que el PSOE le llevará al Defensor del Menor por pederasta. Se lo tiene merecido más por bocazas que por pederasta. A Dragó le gusta mucho presumir de... y mitificarse. Aún recuerdo en una entrevista en la que explicaba el éxito entre las jovencitas: yo voy a buscarlas a la puerta de su casa con un todoterreno para llevarlas a conocer mundo, ven en mí a un padre, pero con polla.
Freud hablaba del deseo inconsciente de matar al padre y hacérselo con la madre. Creo que Freud, si se levantara hoy de la tumba, debería revisar sus textos y empezar de nuevo: psicoanalizando a Mr. Dragó.
Nos puede caer mejor o peor este señor, pero en un estado con libertad de expresión nos vemos abochornados con declaraciones variopintas de floras faunos. Bien por el fauno Dragó, quien escandaliza a los políticamente correctos se merece el aplauso.
Lo del PSOE es increíble, son ganas de gastar en denuncias lo que podrían gastar en un cambio de rumbo ellos mismos. Ahora les ha dado a especular con los apellidos de la gente, a falta de solucionar la crisis, ya que el país funciona tan superbién, habrá que hacer algo para ocupar las horas.
Lo dicho/escrito por Dragó en su libro forma parte del discurso literario.
En Literatura todo está permitido, ya que es la única patria donde todo es posible, lo celeste e infernal, lo más abyecto y sublime.
Nos ponemos a censurar y a condenar y a denunciar y no se libra ni el Dickens, que tanto niño maltratado sacaba en sus novelas.
Otra cosa es que lo que haya escrito en el libro a cuatro manos junto a Boadella sea cierto. Yo le condenaría entonces a que una decena de lolitos japos le hicieran lo mismo que dijo él que le hicieron esas lolitas japos.

Nota: Me olvidaba añadir un apunte sobre la autoficción, género entre la memoria y la ficción en la que el escritor mitifica su pasado para literaturizarlo. Sin duda, las novelas leídas de Dragó -El camino del corazón, La prueba del laberinto, Las fuentes del nilo- forman parte de ese género tan nuestro, que el mismo Umbral llevó a las cumbres de la prosa lírica.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Los reencuentros felices. William Blake: sabio, loco, místico.

Autorretrato


Debo crear un Sistema o ser esclavizado
por otro Hombre. No quiero razonar y comparar:
lo mío es Crear...
William Blake

En Desgracia, aquel libro de Coetzee que comenté hace semanas, se decía aquel proverbio de William Blake:
Mejor matar a un niño en su cuna que alimentar deseos que no se llevan a la práctica.
Claro es que, sacados de su contexto, los proverbios pueden llevar a engaño. Cobran su sentido dentro de la obra, dentro del paisaje, del tiempo, de la corriente literaria, de la propia individualidad.
Ese proverbio está sacado del libro: Matrimonio del cielo y el infierno, del apartado Proverbios del infierno, que tantas perlas de sabiduría ha ido soltando a lo largo del tiempo por todos los libros de citas. Quien habla ahí es un diablo, y dice cosas que inspiraría a los poetas por venir.
Los mismos Héroes del silencio asimilaban en el mejor disco de rock de la historia aquello de:
El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría.
He aquí más proverbios del infierno transcritos o escritos por aquel ser que, según su esposa:
El señor Blake no me brinda mucha compañía: pasa mucho de su tiempo en el Paraíso.
Aquí van, seleccionados por su discípulo Pasolosdíasvolviéndomeloco,también conocido como Pasolosdíasbuscandoenpenumbra:
El necio no ve el mismo árbol que ve el sabio.
Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca será estrella.
La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.
Las horas de la locura las mide el reloj,
pero ningún reloj puede medir las horas de la sabiduría.
No hay pájaro que vuele demasiado alto si lo hace con sus propias alas.
Si el necio persistiera en sus necedades llegaría a sabio.
Las prisiones se construyen con piedras de Ley; los burdeles con ladrillos de religión.
La desnudez de la mujer es obra de Dios.
Lo que hoy está probado, en su momento era sólo algo imaginado.
La cisterna contiene; el manantial rebosa.
Un pensamiento llena la inmensidad.
Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce.
Si otros no hubiesen sido tontos, lo seríamos nosotros.
El alma rebosante de dulce deleite jamás será profanada.
La condena estimula, la bendición relaja.
La cabeza lo Sublime; el corazón, lo patético; los genitales, la Belleza; manos y pies la Proporción.
La exuberancia es belleza.
El perfeccionamiento traza caminos rectos; pero los torcidos y sin perfeccionar son los caminos del Genio.
¡Suficiente! o demasiado.

Sin embargo esto es sólo una mínima parte de la inmensa obra del genio: sus poemas, sus otros escritos, sus simbólicos dibujos vienen a perfilar el paisaje sin fronteras del artista.
Imaginación frente a los sentidos que sólo ven materia y frente a la ley. Anarquía. Precursor, como todos los genios, en este caso precursor del romanticismo y del simbolismo. Donde yo aprendo, en estas escuelas, en esta Escuela del Alma, donde aún soy párvulo.
Donde yo calmo esta sed que no se acaba nunca: en estos sabios, místicos, locos veneros.
Santa ignorancia que nos mantiene vivos, un ignorante tiene que aprender mucho aún, el que todo lo sabe no aprende ya nada: está muerto.
Otros veneros hay donde yo bebo, donde está casi todo por descubrir, por aprender.
Eterna infancia del alma, en los viejos y dañados pupitres de madera en las frías aulas de paredes con desconchones.
Está por ejemplo el maestro Antonio Machado, otro sabio con proverbios, y con poemas que reflejan muy bien este estado del Ser frágil y en contínuo aprendizaje:
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Él, el arquetipo del Maestro, viene de muy atrás, del comienzo, como todo arquetipo. Va de un tiempo a otro, está en una patria y en otra. La misma sabiduría para gentes que no se conocen, de ahí bebomos los de aquí, y los de allí.
El Eclesiastés, nunca dejaré de insistir en la importancia de este libro, su sencillez libera más que todos los libros de autoayuda que se publican hoy, proverbios para grabar en cada recodo del camino.



Todo es vanidad, y atrapar vientos.
3 ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su duro trabajo con que se afana debajo del sol? 4 Generación va, y generación viene; pero la tierra siempre permanece. 5 El sol sale, y el sol se pone. Vuelve a su lugar y de allí sale de nuevo. 6 El viento sopla hacia el sur y gira hacia el norte; va girando de continuo, y de nuevo vuelve el viento a sus giros. 7 Todos los ríos van al mar, pero el mar no se llena. Al lugar adonde los ríos corren, allí vuelven a correr. 8 Todas las cosas son fatigosas, y nadie es capaz de explicarlas. El ojo no se harta de ver, ni el oído se sacia de oír. 9 Lo que fue, eso será; y lo que ha sido hecho, eso se hará. Nada hay nuevo debajo del sol. 10 ¿Hay algo de lo que se pueda decir: "Mira, esto es nuevo"? Ya sucedió en las edades que nos han precedido. 11 No hay memoria de lo primero, ni tampoco de lo que será postrero. No habrá memoria de ello entre los que serán después.
Anda, come con alegría tu pan y bebe de buen grado tu vino, que Dios está ya contento con tus obras. En toda sazón sean tus ropas blancas y no falte ungüento sobre tu cabeza. Vive la vida con la mujer que amas, todo el espacio de tu vana existencia que se te ha dado bajo el sol, ya que tal es tu parte en la vida y en las fatigas con que te afanas bajo el sol. Cualquier cosa que esté a tu alcance el hacerla, hazla según tus fuerzas, porque no existirá obra ni razones ni ciencia ni sabiduría en el she'ol a donde te encaminas»
Basado en este libro los Byrds hicieron una hermosa canción, que cuelgo en mi Jardín pues es uno de esos himnos de este Manicomio.
En el Tao Te King, otro libro de sabiduría, vemos la misma sabiduría:

El que conoce lo que es suficiente es rico.

Pero leamos el capítulo 3 completo:

No ensalzar los talentos
para que el pueblo no compita.
No estimar lo que es difícil de adquirir
para que el pueblo no se haga ladrón.
No mostrar lo codiciable
para que su corazón no se ofusque.
El sabio gobierna de modo que
vacía el corazón de deseos,
llena el vientre de alimentos,
debilita la ambición,
y fortalece hasta los huesos.
Así evita que el pueblo tenga codicia
y ambiciones,
para que los oportunistas
no busquen aventajarse de los otros.
Quien practica la no-acción,
todo lo gobierna.

Navegando siglos por la corriente de Sabiduría otros maestros vienen a decir lo mismo, contradiciéndose, uniéndose; porque en la contradicción y lucha, en la confusión, poniendo en duda la sabiduría que ha sido establecida, surgiendo del caos y del vacío y de la nada surge la Sabiduría (llegué por el dolor a la alegría, dijo José Hierro). A partir de las ruinas se crea el reino, a partir de la prisión se rompen las cadenas para la libertad, como en San Juan de la Cruz, otro maestro, que componía en una celda para la cima más alta, los más bellos, sabios, locos, místicos poemas. El misticismo no es más que la locura en estado de gracia, cuando el alma conoce, sabe: un místico es un sabio enloquecido, porque lleva en sí la fuente de la que beberán otros.
No podría faltar, entre los sabios, el más loco de todos, del que tanto hablo, Hölderlin:
Tú quisieras un mundo; por eso lo tienes todo y no tienes nada.
Ella sigue divina y pura entre la ruina de los tiempos

Recuerda este último verso de Hölderlin a un poema de Juan Eduardo Cirlot, con el que vengo a cerrar esta introducción a William Blake, repasando algunos -sólo algunos- de esos maestros en los que veo algo en común, una extraña y familiar manera de alumbrar el mundo, los territorios de tinieblas en los que nos hallamos perdidos.

Triste, mi corazón, como los ángeles
que sólo son cenizas estelares,
polvo de las galaxias más oscuras,
consunciones de cánticos ausentes.

Mis manos me acompañan hasta el bosque
donde un instante estuvo tu fulgor
de pronto recobrado por los ávidos
poderes de la nada y de lo nunca.

Me caigo en torno mío y me deshago
en un montón de letras en que apenas
tu nombre de amatistas y de muérdago,
Bronwyn, no se desgasta con el tiempo.

Seguramente a William Blake le gustaría esta cita de Cirlot:

…para que un libro exista no es preciso ni siquiera editarlo, ni aún escribirlo. Basta haberlo pensado verdaderamente. Hay placas de resonancia y de registro en el universo que tienen más valor que los oídos o las miradas del oyente y del lector, aunque éste no sea jamás desdeñable.

Cirlot, que es poeta simbolista más allá de toda vanguardia, y hace uso de toda vanguardia para crear su particular universo que nos parece como un añorado reencuentro.
Como particular universo es el de su precursor, Blake, del que seguiré escribiendo mañana.
Blake, tan diferente a mí que se parece a mis sueños.
Motor de poesía: por él, junto a otros demiurgos, comenzó la maquinaria de mis intenciones a funcionar.
No tengo más ambición que la de seguir admirándome por la mágica monotonía de la lluvia tras los cristales. Desterrada toda vanidad, el vacío que deja se llenará con el caudal de versos de aquellos maestros.
Empapad la tierra ardiente de la sequía, caed gotas como el llanto; buscad si no en esos místicos, sabios, locos veneros.
Hay en mi juventud un reencuentro feliz, conocí la poesía y los dibujos de William Blake, y era como si siempre hubieran estado conmigo.
Y por hoy basta, mañana seguimos.

Beatriz se dirige a Dante desde el carro