lunes, 23 de mayo de 2011

Estoy hasta el coño


Estos días la Puerta del Sol se parecía a mi corazón, continente de multitudes, tan diversas.
Yo fui con la máscara marxista, pero no la una, si no la otra. Fui con el bigote que no tengo y con las gafas que no tengo y cigarrillo de liar en vez de un puro. El escepticismo de estos días sólo puede ser llenado con humor, ya que el amor huye como ninfa  y laurel, ya que el humor es la expresión enmascarada de un vacío.
Vamos, leemos pancartas, nuestros sueños no caben en vuestras urnas, si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir.
Buena es también esta que hizo el amigo que estaba más inspirado esa noche de Viernes:

Me gusta cuando votas porque estás como ausente.

Asistí el Viernes por la noche con mi gente de la universidad. El Sábado por la noche también estuve, solitario, después de escuchar buen rock en El Templo del Gato mientras un amigo de Valencia me decía el secreto de la buena paella. Simple arroz con pollo y conejo, con fuego de leña. Casi me pega cuando le pregunté si no le echaba pimiento rojo y verde. ¡No! Y esta paella mixta que tomamos los madrileños, tampoco, marisco y carne. ¡No! Al menos estuvimos de acuerdo en que lo mejor para acompañar el arroz es una cerveza bien fría. Le propuse también lambrusco. ¡No! Si acaso, me dice, un rosado, por ejemplo de Navarra, ya que a tí, David, te gustan los vinos de Navarra. Me contó después la cena que le pensaba preparar a una amiga para conquistarla, antes de exiliarse a las islas. Para postre le aconsejé unas cerezas, pues son muy sensuales. Dijo que serviría unas fresas.
En El Templo del Gato pusieron esta canción de los Beatles, que tanto me gusta porque me recuerda a tí, por tus manos. Si ya hicimos homenaje a tu voz, con una canción sencilla, así lo hacemos hoy con tus manos, con otra canción sencilla.
Luego quise coger el buho en Cibeles, para volver sentado, y me quedé sólo largo rato en la Puerta del Sol, por ver mi corazón de multitudes acampadas pidiendo ya una solución para su crisis.
Mi corazón está harto de tanta tomadura de pelo, mi corazón quiere algo verdadero. Mi corazón es puro, pero está aquejado de violentos y partidistas enemigos internos y de arribistas externos. Mi corazón se duele de tanto ser manipulado.
Mi corazón es tuyo, tómalo, no lo botes, vótalo.
Mi corazón ...



mi corazon es delicado
tiene que estar muy bien cuidado
trátalo bien si lo has robado
cuídame, quiéreme, bésame, mímame
Mi corazón, tan parecido al coño de esa muchacha que ví el Sábado a la noche, de unos diecinueve, veinte, veintiún años. Estoy hasta el coño, decía su pancarta. En el comienzo de la Calle Mayor, la gente tomaba partido o tomaba fotografías. La estrella era esta muchacha.
Estoy hasta el corazón de tanta incertidumbre.
Mi corazón que late, que late, con sed no sé de qué, quizá de chocolate, que diría el gran Carlos Edmundo de Ory.
El Sábado por la mañana también estuve, y uno de los organizadores decía por megafonía: por favor, necesitamos leche de soja y chocolate Paladín, que me quiero hacer un chocolate. Y traed también hielo, que hace mucho calor.
Mi corazón es así, caprichoso, con aroma de verbena.
Mi corazón, tan chiquito, como el tuyo, tan continente de multitudes, solitario.
Tu corazón ...

Coda

 

Talad, talad, que no descuelle el corazón
de música oprimida. 

miércoles, 18 de mayo de 2011

Amor por la libertad y por los libros.


El que está de espaldas mirando
al horizonte soy yo

Feria de Mayo, de Primavera en Madrid.
Feria del anhelo y el ansia, en Madrid, y en muchas ciudades.
Paseo de los Recoletos, librerías en casetas, Paseo de la Revolución, ¿hacia dónde?
Estreno nuevo móvil y el servicio de mensajes lo estreno avisando a uno de los akabaos: sobre las siete estaré en la feria del libro antíguo, luego iré a Sol como testigo directo, no como participante que uno ya está viejuno para la revolución. Yo me imaginaba a Víctor Hugo en las revueltas que le inspiraban Los Miserables. A mí todo esto me inspira fastidio, y alegría.
Una alegría de loto -de lotería-, de loto, sí -de hoja de loto-, una alegría de loto premiada y contemplativa.
Los partidos políticos y los sindicatos no han tenido que ver con la mecha encendida. Cómo no, ellos están a lo suyo, que no es lo nuestro. Izquierda Unida no puede hacer otra cosa que tirarse al ring y dar su apoyo. Los demás miran de reojo, y no comprenden, como no comprendo yo ni comprende el ciudadano, yo soy ciudadano. Al menos Cayo Lara me inspira confianza, me recuerda más a Francisco Frutos que a Llamazares. Es que Llamazares me parecía un diputado más del Partido Socialista.
Intentemos comprender qué es lo que pasa. Se llama como se pide: Democracia Real. La Democracia Real es la Utopía, democracia directa del pueblo, sin unos representantes tan lejanos.
Al llegar a casa ví lo que decía Gabriel Albiac -no diré dónde para que no me quemen el chiringuito-, hablaba de los tiempos antíguos, cuando Grecia y la democracia en primer brote. Decía que ser político, ser elegido, era algo honorable, y no un oficio.
Hoy, ser político, ser sindicalista, tiene mala fama. Decían el Domingo: poco pan para tanto chorizo. Es poco honorable, entre diputados y sindicalistas liberados, esta profesión representativa. Hace poco fueron las elecciones sindicales y hubo un alto porcentaje de abstenciones.
En estos días esta multitud de estudiantes twitteros habla sin el representante político y sindical, no se fía, o mejor aún: se olvida de que hay un político que habla por su boca, pues este ventrílocuo se ha olvidado del ciudadano durante todos estos años.
Las reivindicaciones son justas. Desde que estudié otros tipos de democracias sueño con otras democracias. Hay una libertad llamada positiva que trata del derecho a participar, en ser voz del pueblo, o más bellamente dicho, en ser sujeto de la historia, emancipado.
Claro es que a partir de aquí viene la parte negativa. La historia está ya harta de juguetes rotos.
No todo en esta revuelta me gusta, y tiene que ver con los apoyos de los que haciéndose sujetos de la historia han sido a la hora de gobernar, ellos mismos, los que han tomado el relevo de la infamia.
Infame es el poder, ya seas tú el infame que me gobierna, ya sea yo el infame que te hago una revolución y ocupo tu lugar.
Hay un miedo a la libertad: instinto de supervivencia. Si esto cambia, si esto sigue su curso natural, su dialéctica, quien se siente en el trono hará las mismas cagadas.
Creo más en la voz de ahora, no creo en esa voz de ahora sentada en el poder. Hay que ir siempre a la contra, siempre hay que hacer reivindicaciones, mantener en jaque al que gobierna. Se gobierna desde la oposición mejor.
Me fastidia que sea así, pero ha sido siempre así. Vienes a cambiar el mundo establecido porque está mal hecho. Y tú sin embargo convertirás tus sueños en guadañas también, si tienes la posibilidad de hacerlo.


Me he quedado solo. Silencio. Aprovecharé este par de horas para leer. Luego sigo.


Me está gustando leer a Murakami. La lectura ligera como brisa incitando al baile de las flores. No cuesta leer a Murakami. Últimamente he estado leyendo mucho libro pesado, insignes mamotretos dignos de la educación de un príncipe. Pero un príncipe necesita esparcirse, echar una canita al aire. En los primeros capítulos de Tokio Blues también se habla de una revuelta, en la universidad, y de cómo los líderes agachan la cabeza.
Yo, de más joven, soñaba con ser revolucionario. Pero no puede serlo quien no ha sufrido una revolución interior. Conformémonos con evolucionar, ¿hacia dónde?
Ayer en Sol se oían consignas de revolución. Para la revolución hay que romper juguetes, guillotinar mariantoñetas, seducir zarinas como rasputines.
Es esta una revuelta candorosa, que tiene algo puro, al desvincularse de grupos políticos establecidos. Pero hay aprovechados, cretinos de cualquier condición. Grupos políticos que quieren agenciarse el micrófono para escarnio del contrario y gloria propia: que esto no suceda.
Tambien es fastidoso ver cómo algunos rechazan ciertos medios de comunicación. Si quien no piensa como tú te dice: habla, te escucho; estará ganando la batalla de la libertad de expresión. Desde el momento en que callas a alguien, te estás convirtiendo en lo que criticas.
Por eso simpatizo con los organizadores, que no han rechazado expresarse en cualquier medio da igual su ideología. Y porque ante todo rechazan la violencia y el terror.
Al igual que un político en el poder tiene que gobernar para todos, le hayan o no votado, el ciudadano crítico, el opositor, deberá defenderse en nombre de todos los insatisfechos.


En Sol ya habíamos saciado nuestro consumismo literario.
Por cinco euros me compré La arboleda perdida, de Rafael Alberti. Por otros cinco conseguí, de primera mano, Crimen Legal y Declaración de un vencido, de Alejandro Sawa. Alejandro Sawa, como muchos sabréis, es Max Estrella, el personaje de Valle-Inclán en Luces de Bohemia.
Volví a casa con remordimientos por no haberme llevado las obras completas de Colette, en dos tomos, en piel, por catorce euros. Quizá vuelva a por ellas. A no ser que tú, tío avaricias, quieras arrebatarme este sueño comprando esas joyitas.
En Sol rodeamos al ángel masa -pues dicen que un hombre y una mujer juntos conforman un ángel-, y lo atravesamos hasta llegar al corazón, como un puñal escrutador que no hace pupa pero sí investiga.
En el corazón, Carlos III sobre su caballo era rodeado de juventud, nunca estuvo mejor acompañado. Allí pintaban pancartas, creaban proclamas, con altavoces incitaban a que acamparan a la noche.



Vamos a dejar de propagar el duelo,
estamos en la espina dorsal del universo
Hijos de Descartes y de la razón.
Tetas de silicona, periodistas del corazón.
Manifestantes de tapas y cañas ...
quizás mañana.
Sigmund Freud en la confesión.
Vamos a dejar de propagar el duelo,
estamos en la espina dorsal del universo

Luego, como dice Bunbury en el disco que hizo junto a Nacho Vegas, nos fundimos con los manifestantes de cañas y tapas.
Unas bravas y unas cañas camino a la Plaza Mayor. En la Plaza Mayor, cañas y bocadillos de panceta donde es costumbre tomarlos de calamares.
Ahí oimos a uno decir, bocata en mano y móvil en la otra: esperad, esperad, voy a ver cómo va el manifestómetro, a ver cuantos hemos sido.
Mi nuevo móvil no tiene conexión wi-fi. Tampoco quiero llevar una conexión a internet en el bolsillo. En la palma de la mano, hoy, se puede lanzar al mundo un tweet, decirle a alguien un me gusta en facebook, crear un post, y hacer un poemita. Ciberliteraturas ciberportátiles para cibershandies cibervilamatianos.
Como soy ciberlento, esperaré a dominar lo ciberdoméstico para conquistar luego lo ciberurbano.
Celtiberia siguiendo el ejemplo de una isla llamada Islandia.
Tenía preparado el post con el borrador desaparecido y misteriosamente recobrado por partida doble y con fragmentos de Walter Benjamin. Otro día será, pues sería ya mezclar los churros de San Ginés con las Meninas de Velázquez.
-Las churras con las merinas, joven, hable con propiedad.
-Ya está el listo de siempre que todo lo sabe.
Yo sigo creyendo en lo que dijo uno de los sabios, Pier Paolo Pasolini, en su poema Manifestar (apuntes):


a través de una serie infinita de deberes,
limpios, inocentes deberes, a los que, manifestando
se grita con aire amenazador obediencia
que los sencillos y los jóvenes son fuertes
y aún no saben que no pueden tolerar la libertad.
Para leer el poema completo, pinchar aquí (link)

viernes, 13 de mayo de 2011

Los Miserables. El musical.

Durante las dos horas y media que duró la función estuve esperando a que Daniel Diges cantara esta canción, pero no lo hizo.



Ayer por la mañana, tomándome el día libre, comencé este post. Decidí reanudarlo por la tarde, pero Blogger no funcionaba. A la noche tampoco. Hoy por la tarde vuelve la rena de las bitácoras a sentarse en el trono. Pero el fragmento escrito desapareció, no hay huella alguna, tan sólo en mi díscola memoria.
Te hablaba de canciones lorquianas, de espontáneos que joden recitales eurovisivos, de espontáneos literarios. Hacía yo una de mis cosicas umbralianas, mezclaba versos ajenos con impresiones propias, ambientado todo con una canción de Diego Vasallo y otra de Remedios Amaya.
Ahora no me apetece memorizar y reescribir, todo era según el segundo café de la mañana, ahora me hallo rodeado de cerveza, tabaco, algo de picoteo.
Hace un rato me tomaba una cerveza con un amigo. Un rato antes leía algunas páginas de La conciencia de Zeno, donde el personaje se emborracha con vino y siendo más pusilánime y cretino que nunca, se hacía hasta querer. Antes una ojeada al perídodico. Antes la siesta, hoy volví a soñar con La Pitonisa, por segunda vez. Me abrazaba consoladora y me decía la mala marca en mi piel, como si fuera un copiright, pero también me decía lo bueno. La Pitonisa se me apareció en sueños hace casi diez años, y es una chica joven, que viste a la moda perroflaútica. Casi diez años después no ha envejecido, sigue con su sempiterna edad de veintipocos.
Con quien me gustaría volver a soñar es con La Pasión, aquella muchacha vestida de rojo a la que yo metía mano en un paso subterráneo.
Esta mañana en el trabajo, pelando zanahorias para el ragout de ternera, se me ha escapado la puntilla y me he apuñalado a mí mismo un poco más arriba de la muñeca, no ha sido un corte, ha sido un apuñalamiento. Me he querido curar como siempre, con agua y sal, y así se cicatriza. Pero una compañera me ha echado agua oxigenada y me ha puesto una tirita. Me dice: ves al médico, esto tiene por lo menos dos puntos. Pero he seguido trabajando y me ha estado doliendo el brazo toda la mañana y toda la tarde. Ahora por la noche no me duele casi.
De vuelta del trabajo me he vuelto a cruzar con mi médico de cabecera, y he vuelto a sentir el pánico y la angustia de siempre. Sin embargo, le imagino triste en su consulta, sin mi visita. Me he santiguado como hago cuando se me cruza un gato negro. Matasanos.
Hace casi diez años, cuando soñé con La Pitonisa, iba todas las semanas a que me diera el parte de baja y a que me recetara más pastillas. Unas pastillas me relajaban y me daban sueño. Las otras, milagrosas, me alegraban el corazón y me excitaban. Me pasaba las horas escribiendo páginas exaltadas de romanticismo, literatura, sexo, muerte, vida.
Hoy, como entonces, sólo cogería una baja si mi vida corriera peligro. Y al igual que en aquel entonces respeto reverencialmente mis sueños, aunque no los entienda. Tampoco comprendo lo que tanto amo, quizá tan sólo sea un sueño.
Te hubiera gustado ese comienzo de post, donde el tema principal era Daniel Diges en Eurovisión cantando Algo Pequeñito e interrumpido por el espontáneo Jimmy Jump. (ver la travesura)
En literatura los espontáneos son frecuentes, casi un género. En el Quijote, por ejemplo, el Caballero de la Blanca Luna es un espontáneo que viene a quitarle a nuestro Alonso Quijano el Bueno todo asomo de idealismo. Luego se nos murió, este Quijote, pero de pena.
En Los Miserables, Jean Valjean, sufre al espontáneo Marius el Imbécil, que le quita a su Cosette, su cosita preciada. Y luego se nos murió, este ser bueno, pero de pena.
No, ellos no morían de viejos, aunque lo fueran, morían por no hallar razón a su existencia, más que razón entusiasmo, corazón, les fue robado el corazón, y así ,de pena, se cerraron. Se cerraron sus vidas, las páginas del libro.
Sin embargo a Daniel Diges se le ve un chico sanote, rubicundo, y lo de Jimmy Jump se trató de un acto gamberro que todos anhelamos algún día, quizá en algún evento de más embergadura política.
En la próxima toma de posesión de un mandatario, por ejemplo, ahí debería estar un Jimmy Jump, tocando la zambomba o las maracas.
Lo de Jimmy Jump es una soplapollez comparado con lo de Tejero en el 81. Hay espontáneos y espontáneos.
Menos mal que esto no es el twitter y yo no soy famoso, si no esto se me llenaba de denuncias.
El otro día se me ocurrió meterme en el twitter por ver si conquistaba las américas, con el nombre de Rey Habis, mítico rey de Tartessos: ¡navegad, naves de Tarsis! Fue mi grito.
Pero me veo condenado al ostracismo, como un muñecote de Forges en su isla desierta. Tú y yo: una isla. Naúfragos en un mar de dudas, como cantó Tino Casal. (link de la canción)
Lo demás, francamente, querida, me importa un bledo, como dijo Orejitas Gable a la O´Hara en aquella famosa escena de Lo que el viento se llevó. (link de la escena y se censuró el bledo)
Pero aquí habíamos venido a hablar de Daniel Diges.




Me gusta este tipo cantando la canción del pueblo como Enjolras en Los Miserables. Yo creo que en este género, el musical en escenario, tiene su estilo.

El musical

El redactor jefe de Manicomio, dando tobitas a su reloj, me dice que espabile, que este post ha de salir antes de que el gallo cante. Ha renegado de mí ya dos veces.
Así que dejaré para otra ocasión mi pasión por uno de mis géneros preferidos, el musical: Jesucristo Superstar, Tommy -de los who- ...
La vida debería ser como los musicales. Estar, por ejemplo, en la cola de la mesa electoral, y ponernos todos a cantar pegando saltos.
Todo debería tener su coreografía.



Los Miserables



Años 90. Quedo herido de amor por este musical, sobre todo por esta canción, que ni siquiera es de las más conocidas. Esta canción me ha acompañado durante unos quince años, cuando ví la obra por primera vez.
Esta vez estoy saturado, y lo veo todo desde la distancia crítica -analítica, no quisquillosa- que da lo que se conoce en profundidad. No sólo he leído las milquinientas páginas de la novela genial, si no que he leído el sabio libro de Vargas-Llosa sobre la novela, y he visto la adaptación en película y en serie. Estas adaptaciones defraudan, no le llegan ni a la suela de las intenciones al musical.
El Musical es la mejor adaptación, más que digna, un homenaje lleno de admiración y de respeto.
Cada personaje es el pesonaje creado por Hugo: con sus flaquezas y virtudes. Son, estampas musicadas de la obra, que la explican, la simplifican, la hacen tan hermosa como la lee el lector. Así como leemos, escuchamos. La lectura tiene su música. Esta obra tiene la mejor música para esta obra.
Decía que estaba saturado, y por eso más que sentarme y disfrutar, me senté y comparé. Con menos pasión pero igual devoción.



Esta canción es de las más conocidas, también es muy hermosa, con los actores en ensayo, el idealista Enjolras interpretado por Diges, empuñando idealista su arma, dispuesto a morir por tí y por mí, y no hay Jimmy Jump que se lo impida.
Ya escribí en el post que hice sobre la novela, que el personaje de Eponine era de los mejores, el más generoso quizá junto a Gavroche y Jean Valjean. Y el obispo Bienvenido, claro. En el musical se le da un importante papel, quizá por encima de la ñoña Cosette y el tarado de Mario.
Cosette tiene en el musical y en la novela su rol arquetípico de cenicienta, el más importante del personaje, cuando es niña. Escuchen esta bellísima tonada, y descúbranse el sombrero.



Casi me hace llorar esta canción.
La que lloró fue mi amiga, mi hermana adoptiva.
Yo en ficción sólo he llorado abiertamente con los cortos de Chlarlot, pues son tragicómicos hasta el llanto y la risa.
Salimos airosos de mi despiste. Soy un desastre. Compré las dos entradas hace semanas, las metí en un libro, y una semana antes me avisaba el pepito grillo de mi conciencia -que es a la vez el redactor jefe de Manicomio, menos mal que se me ha quedado dormido, mi superego, superyoyas-, me avisaba, digo: no se te olviden, no se te olviden.
Pues va el Martes y se me olvida. Una de las entradas. Y yo tan contento. Me dice la chica que corta las entradas: oye, aquí sólo hay una entrada. Y yo todo convencido: que no, ¿no ves que es doble? Y ella: ah, sí. Y yo: bastante paranoico soy ya de por sí, ¡no me peguéis estos sustos!
Así que entré gratis, pero pagando. En la butaca me dí cuenta del despiste. En casa comprobé que una entrada para ayer no había sido usada.
Da igual, de todas maneras. Cuando salí a fumar en el descanso, ni me miraron la entrada. Se podría haber metido cualquier fresco a ocupar butaca.
Esta amiga mía me regaló txistorra, que ya fue cocinada hace dos semanas en cazuelitas de barro.
Hace una media hora me he dado un descanso y me he cenado un bocadillo de sardinas y morcilla blanca de Jaen que me regaló el otro día mi amiga la que vive en Alemania, oriunda de Jaen.
Yo que nací para alimentaros a vosotras, y resulta que sois vosotras las que me alimentáis a mí.
También, el amigo con el que me tomé antes la cerveza, me preguntó si me gustaba el té, había estado en Inglaterra por asuntos de trabajo y pensó en traerme té.
El té me encanta, como el vino. Pero como buen negro prefiero el café y la cerveza. Me gustaría ser blanco, y beber té y vino. Pero los hombres de Jazz toman café. Decía alguien en una novela de Vázquez Montalbán, en la saga Carvalho, que había dos tipos de personas, daba igual su color: blancas y negras. Y yo soy negro: en el giro radical que da la música en el siglo XX, prefiero el jazz de Coltrane a Schoenberg.
Y escribo como si tocara el saxo, como si recién me hubieran dado la libertad. Y habiendo aprendido a escribir, a orar, a cantar en los campos de algodón, ahora tuviera una razón - mejor dicho una pasión- para cantarle al mundo.

domingo, 8 de mayo de 2011

El Woyceck de Gerardo Vera fue tal como imaginé el Woyceck de Georg Büchner

Woyzeck Uno también es de carne y hueso. La gente como nosotros siempre será desgraciada, en éste y en el otro mundo; yo creo que si fuésemos al cielo tendríamos que ayudar a tronar.
(Woyzeck. Georg Büchner.)

Perdone el retraso mi multidinaria audiencia. Este post debía haber sido escrito hace una semana, que fue cuando fuimos a la representación. ¿Qué hacía usted hace justo una semana? Cafetear, comer pizza, o ver algún capítulo pasado de dr. House, que es como el Cojo Manteca de la medicina, y uno siempre tiene simpatía por los rompefarolas. ¿No tuvo usted remordimiento alguno por abandonar su blog tan vilmente? Cuando el placer de la holganza supera al malestar cultural no valen remordimientos. ¿No le parece triste que malgaste los días de mocedad en siestas, alcoholes y otras molicies que aquí no han de ser descritas para no desatar los rubores de sus lectoras, joven? Desde aquí buscamos el rubor, el malestar, la complaciencia y otras emociones enfrentadas.
Todo esto es tan sólo un precalentamiento para escribir el post sobre el Woyceck, pues al igual que en los conciertos, las óperas, las zarzuelas y otros musicales los músicos afinan el instrumento para no desafinar in media res, aquí invocamos al talento al que no se recurrió durante días. Y si no llega te aguantas.
Este Martes consumamos por fin la degustación de Los Miserables, el musical, y al sentarnos en las butacas pude escuchar el afine de los músicos. Precalentamiento. Los jugadores de fútbol, antes de salir al campo de juego, hacen también un poco el lila para ganarse el pan virilmente metiendo goles. Paradójicamente.
Pero Los Miserables tendrán otro post, que será el próximo.

Dos fechas

O en Mayo del 99 o en Abril del 98.
Queda aún mi marca del sello en el libro de la biblioteca popular. En cualquiera de esos años, en esos meses, leí el Woyceck de Georg Büchner una tarde de Domingo como esta, para aquella asignatura de Historia del Teatro en la que tan buenos libros leimos. La Señorita Julia, de Strindberg, por ejemplo, o Martes de Carnaval, de don Ramón María del Valle-Inclán. Había que ver dos represenaciones en cartel y vimos una de Moliere ( o El Ávaro o El Tartufo) y Trabajos de amor perdidos.

Una especulación


Georg Büchner, médico
de profesión, genio
de la Literatura.
 Leí Woyceck con el estupor alucinado del que vive un sueño. Veremos que hay un factor importante para que esto suceda, quizá involuntario: Büchner no terminó la obra, es un texto fragmentario que al ser unido y presentado como obra terminada tiene un efecto extraño, rupturista y de vanguardia.
Tómalo como simple especulación, pero creo que sucede lo mismo con las pesadillas de Kafka como El Proceso. Hay capítulos no terminados, quizá la obra no ha sido pulida. Con las heridas sin cauterizar y el pelo sin lavar y las puntas sin cortar, la obra se presenta en estado salvaje, con toda la frescura del buen salvaje, de la buena obra.

Rara avis

Sin embargo la calidad de la obra no es ni mucho menos fruto del azar, si Büchner la hubiera arreglado para publicarla es muy posible que hubiese sido más grande aún, aunque también hubiera perdido algo de ese misterio alucinado. O quizá no, quizá el autor buscara ese efecto.
Según la fecha de composición, 1836, la obra podría encuadrarse en los últimos años del romanticismo. Pero su en su rara identidad se halla la marca precursora y visionaria de otros movimientos que por venir están. Por su tiempo no es ajena al último romanticismo y al realismo, retratando de qué manera influye la sociedad en el individuo.
El expresionismo es el movimiento que inaugura, casi cien años antes. Distorsión, exaltación, y pesadilla. Aquí siempre hacemos elogio de la exageración, más que de la contención. Con la rapidez con que el lector lee el Woyceck, hace Büchner un spring hacia la meta. Seguro que estaba dopado, pues llega cien años antes. Hay que estar muy drogado para escribir algo así, o es que tan sólo Büchner era el genio que pensamos que era.

Esperpento

Al igual que Goya fue precursor de tantas corrientes que llegaron -otro genio, otro dopado sin necesidad de estupefacientes-, y vino Valle-Inclán e hizo uso del esperpento para representar la realidad tal cual era, ya que el realismo sólo mostraba la parte que se supone real por consenso.
Aquí siempre estamos tratando a los mismos, a los padres literarios y artísticos de alucinados y maravillados como Nos.
Al salir del teatro me callé la boca por no parecer repetitivo, pero vino a decir uno de los akabaos: ¿no os recordaba a los esperpentos de Valle-Inclán?

Tal como lo soñé

Tiene el texto un campo fértil para la imaginación del lector y del que quiera adaptar la obra. Signos bíblicos, proféticos, abundan en la obra. Shakespeare también es influencia en la obra: Hamlet, Macbeth.
(Si no lo has hecho aún hazlo, que yo lo hago desde hace años, casi todas las semanas: lee a los Profetas del Antíguo Testamento, son párrafos llenos de imágenes alucinadas, literarias, simbólicas, con todo el aroma de una antiguedad de dragones y ángeles vengadores que no se acaba nunca, pues es también el futuro)
Javier Guitiérrez como el conejillo de indias Woyzeck
Nos sentamos en la tercera fila, así que tuvimos a los actores tan cerca y tan lejos como las criaturas de nuestros sueños.
Yo estaba algo escéptico, seguro que mi mente proclive a la chifladura imaginó en su día la obra con más fantasía. Sin embargo, la representación, dirigida por Gerardo Vera, fue tal como la soñé mientras leía. Agacharé la cabeza y confesaré: mejor aún que yo.
Luego estos días releí la obra, pero ya leía sus páginas con los ojos del director de la obra.
El ritmo, sobre todo el ritmo, la confusión de escenas, si se lee la obra de una sentada es lo que acaba sucediendo en la cabeza, ritmo y confusión de escenas. Con los dedos vertiginosos de un malabarista o un pianista loco, sin que se caiga nada en un sólo momento.
Es, sin duda alguna, una adaptación maravillosa, una de las mejores obras que he visto en teatro.
Los actores son también unos genios de la interpretación, todos y cada uno de ellos, son elementos bien colocados en este fresco caótico que descoloca.
Yo de mayor también quiero ser un genio, de lo que sea. Aunque sea el genio bueno de tus tres deseos.
Javier Guitierez, por ejemplo, yo tenía miedo de que me interpretara un personaje de Los Serrano, pues a veces pasa que un personaje se incrusta en los prejuicios y no nos deja mirar más allá de la máscara. Pues no, Javier Gutiérrez es Woyceck, el complejo Woyceck, la víctima, el verdugo, el pensador que no quieren que piense, el hiperactivo que no puede dejar de hacer algo para no pensar, el alucinado.
Marie es interpretada por Lucía Quintana, con todo el deseo y la tragedia del personaje soñado.
Pocas veces me levanto al aplaudir, esta vez la actuación lo requería. Así como la puesta en escena, la ambientación, el ritmo, todo.
Luego, al finalizar, fuimos a tomar un pincho de tortilla en un bar cercano. Allí vimos a uno de los actores, a Jesús Noguero, y no pudimos evitar el acercarnos a saludarle para mostrarle nuestra admiración. Noguero hace de Capitán, que junto al Doctor -interpretado por Helio Pedregal-, vuelve loco al pobre Woyzeck, como si éste necesitara más alucinación de la que lleva dentro.

Abuela. Érase una vez un pobre niño que no tenía padre ni madre. Todos se le habían muerto y no había nadie más en el mundo. Todo estaba muerto y no había nadie más en el mundo. Todo estaba muerto y echó a andar y lloraba día y noche. Y como no había nadie más en el mundo quiso ir al cielo, y la luna le miraba cariñosa, y cuando por fin llegó a la luna, era un trozo de madera podrida, y entonces se fue al sol, y cuando llegó al sol, era un girasol marchito, y cuando llegó a las estrellas eran pequeños mosquitos dorados que estaban prendidos con alfileres como el alcaudón los prende del endrino, y cuando quiso volver a la tierra, la tierra era una bacina volcada, y se sentó allí y se puso a llorar y todavía está sentado allí completamente solo.
(Woyzeck. Georg Büchner.)
Este cuento es una adaptación distorsionada y existencialista que Büchner hace en la obra sobre un relato de los hermanos Grimm.