martes, 20 de marzo de 2012

Narratofagia



Aunque a primer oído no tiene mucho que ver, en su sentido más profundo esta canción recuerda a las primeras páginas de la tercera parte, Scherzo y Fuga, de La Saga/Fuga de JB.
Y ya van para dos meses, no quiero ni contar los días, con interrupciones para otras lecturas, por aquello de la sobrecarga.
Tenemos a José Bastida tumbado en su cama con un pijama nuevo. Páginas reflexivas. Desde niño siempre quiso ser otro. Quiso otra vida, por lo que se reinventó como un Pessoa más al norte e igual de luso.
Hace una semana te escribía yo un post, con la excusa de la película Shame. Muy buen post. Paso de publicarlo. Por ahora. No hacía más que linkear otras páginas, otros textos.
A falta de unas diez frases para el colofón, dí al guardar y guardado queda.
Me tumbo y tomo un libro de relatos. Un libro de ensayo. Sueño con otra vida. Yo soy otros.
Juego de roles: capacidad para metamorfosearse según las circunstancias. Como el maravilloso José Bastida.
Este libro de Gonzalo Torrente Ballester es novela canónica. Los manuales te la presentan con todas sus virtudes.
No es novela que se lea. Nadie la lee, sólo cuatro gatos en el callejón maullando tu cántico, oh, Literatura. Cuatro frkazos.
Nadie lee la canónica Ulises, de Joyce.
Tiempo de silencio se lee porque es obligada en los manuales.
La montaña mágica, El hombre sin atributos, En busca del tiempo perdido ... Una obra magna al año no hace daño. Queda para sentencia. Es mi pena, condenado soy, por atreverme a querer ser otro.
Cien años de Soledad, El Quijote, Shakespeare ... son lecturas canónicas que suelen gustar. Se leen aunque no hayas pasado por el manual de Literatura.
Basta aprobar el COU -opción letras, claro- para enterarse del meollo. Narratológica. Narratofagia.
Podemos considerar la narratofagia como el consumo desconsiderado y desmedido de todo tipo de narraciones.
Quien disfruta de Dan Brawn y de Joyce sin complejos es narratofágico.
Ego sum narratofágico.
Hay narraciones canónicas, otras que no. Hay narraciones que se leen, otras que no.
Y aquí todas sus combinaciones. Con sus tipos.
Hace unos minutos miraba yo la página de Felix. J. Palma. Y se me antoja su trilogía victoriana. Best seller. Cómo me pone.
La montagia máñica, perdón, La montaña mágica. También me pone el pensar que un día será mía.
Necesito tiempo: trabajar cansa. Uno ha de socializar, también, como decía aquella profesora de inglés que se buscaba excusas para no dar sus clases y dedicarse a la ginebra, cual una Patricia Highsmith lesbiánica y gatuna.

Venus Anadyomene, de Théodore Chasseriau
Uno ha de mirar las estrellas: el miércoles anterior jugaba el Madrí, y en el descanso salimos del bar a fumar. Señalé el astro más brillante. Mis amigos, matemáticos, astronómicos, me explicaron a mí, astrofágico: Venus. Y a su izquierda, también tan brillante: Júpiter.
Venus es lo que más nos luce. Mis tan pocas luces.
Mi cabecita loca, como el cielo de Madrí, sucio de contaminación, pero con luces tan brillantes como Venus. Que ni la contaminación logra borrarla.
A Tatyana, muñeca rusa venusina, le pregunté aquel día de Agosto con mi rudimentario y mal inglés, qué le gustaba hacer en su tiempo libre, your hobby, what is your hobby?, Read, y se señaló la palma de la mano como si tuviera un libro. Luego yo me la comí entera. Yo la imagino, cuando recuerdo la seriedad de su sonrisa aristocrática y su cuerpo de diosa griega, lo menos leyendo a Tolstoi, Turgeniev, a cualquier T Tatyana mi rusita. No: mi ucraniana. Where do you came from? Odessa.
Era, además, fría como estatua, mecánica como muñeca. Sin embargo cobró vida cuando me abrazó. Intensidad. Y agradecimiento. Pero el gusto fue mio.
En los ambientes más sórdidos y contaminados, en los cielos en que ya falta la lluvia y el aire, en las cabezas más viciadas, siempre queda una prodigiosa luz.
Hombre de pocas luces, haz que al menos una única luz sirva para iluminar toda una vida. Oh, vocación.
Saber buscar donde sea, moverse en los antros donde la vergüenza está prohibida.
Así igual, en los libros, hay que saber buscar donde mejor se vende la narración contaminada. La joya en la basura.
Pues también hay mucha mierda en el lujo, en la literatura de lujo.
Narratofagia es no discriminar, no hacer donoso escrutinio.
Un día, hace años, leí una entrevista a Alaska, Olvido Gara, en la que decía que uno de sus vicios era la cinefagia, que lo mismo veía un film cutre que uno de calidad.
Algo parecido leí en otra a Jose María García, decía gustarle tanto el fútbol que lo mismo disfrutaba de un Real Madrid -Milán, que de un partido de barrio en cualquier parque.
La pasión puede ser para anchas tragaderas o no, puede ser también selectiva.
Comer de todo, o comer poquito y bien.
Decía Francisco Umbral que un verdadero literato -y así me lo recordaba alguien- ha de estar dispuesto a follar con todo tipo de mujeres.
Claro que Ignacio Echevarría escribía el otro día en su página en El Cultural, que Umbral tenía una  talentosísima aptitud para la bisutería estilística (link), y ahí me jodieron mi Venus. Mi astro más brillante, ¿que no es oro de ley?
Me gusta Echevarría cuando rescata en sus líneas autores y obras olvidados. O casi.
A ver si recomienda algún día la reconocida, pero paradójicamente olvidada, Saga/ Fuga.

Coda

Aprovecho para recomendar, publicitar, lisonjear. Mi amigo el poeta y erudito -tan joven y ya erudito- Rubén Romero, que tanto cuida de que leamos bien las buenas obras, trabaja ahora para la revista Culturamas como redactor jefe para eso de la gran pantalla, firmamento y estrellas.
http://www.culturamas.es/blog/category/cine/
Es un un pequeño paso para un hombre, y un gran paso para una generación: nuestra Degeneración Akabá.
Gracias a tí y a este amigo, Rubén, consumé la lectura del Ulises, y aunque estuve a punto de cargarme a un tío,  uno termina sintiendo añoranza de las tardes de verano en la terraza dale que te pego a esa charada.
Y así seguiremos, remolones, pero al fin y al cabo cumpliendo con los buenos consejos para buenas lecturas.
Sin olvidar que somos narratófagos sin complejos.


Un pasaje del Apocalipsis de San Juan,
 donde el profeta es instado a comer un libro.



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