sábado, 10 de agosto de 2013

El blues de la rosa latente entre las ruinas



Todas las rosas blancas de la luna caían,
por la ventana abierta, en el cuerpo desnudo ...
Mirando aquellas carnes blandas que florecían,
hundido entre mis sueños, yo estaba absorto y mudo. 
(Juan Ramón Jiménez)


"Bebe, pajarillo imberbe, ya que no comes bebe"
Tengo una compañera en el trabajo que de vez en cuando me sorprende con alguna cita sonora o con alguna palabra de raro uso:" impoluto, reposeída".
Todo lo que se sale de lo común, de la rutina, de lo normal y de la norma nos revive, nos alienta y nos refresca. Todo es digno de ser literaturizado, pero hay modos de narrar extraordinarios que mitifican lo normal, al igual que otros hacen de lo asombroso algo cotidiano. Entre estos dos extremos nos movemos, nos vemos obligados a aceptarlo. No era necesario ver para creer, pero yo he visto y he creído.
Sin embargo sí es necesario vivir para crecer. Vivo y por lo tanto crezco, nena.
Últimamente siento cierto pavor al estancamiento. ¿Querías vivir con la placidez de un barquito por un río sin oleaje en sempiternos atardeanocheceres preso de sus juegos de luces y de sombras? Dicen que Venecia huele mal, por las aguas de los canales estancadas. Sin embargo es tan hermosa ... Un bello conjunto, sí, sin embargo prefiero rescatar el momento feliz de ese conjunto, la instantánea en la que no hay mal olor. Salvar de lo pútrido lo que aún late y tiene vida. Hace unos meses tomé una flor de un basurero. Lo sórdido no sólo está lleno de aventura, sino también de belleza.
Últimamente me muevo demasiado, nena. Qué va, me muevo y basta.
He podiido constatar que vivimos en un constante conflicto, allá donde voy siempre hay conflicto -en mi interior también, cuando me camino-. Nada entonces de góndolas venecianas, nena, hay que navegar sorteando los escollos. Hay que caminar conscientes de que en cualquier momento podemos pisar una mina y salir cojos. O mancos como yo. 
El último año ha sido duro y enriquecedor, y yo he cambiado. He tenido que acostumbrarme a vivir más en el presente -hacerlo eterno si acaso- menospreciando el mal pasado e indiferente -casi indiferente- al incierto futuro, nena. Sólo así hemos podido seguir adelante.
No he tenido límites: he estado manco y he llevado en cabestrillo durante meses mi brazo útil -el derecho-, y he tenido que aprender a manejar el izquierdo. 
He tenido también que gobernar a los que son más fuertes que yo, organizar mi mundo y el mundo de los míos, que es mi mundo.
Recuperado he vuelto al trabajo, y he tenido tiempo para todo, el tiempo no tiene límites, sólo las cárceles relojes limitan. 
Recuerdo una larga semana enfermo de un resfriado sin librar un solo día, aún así me sentía feliz por poder moverme.
Salir, ver, tocar, creer, crear, nena.

Visitar los vertederos del amor y de la vida y hacer ramos de flores con lo que he podido salvar. Y eso me ha ayudado a continuar, nena.
Y hoy, que ya no tengo que ocuparme tanto de los demás y que podría darle más tiempo a lo mío, decido sin embargo salir y respirar: ver y tocar, y así creer para crear, aunque no fuera necesario ver ni tocar. Y si decido inaugurar una nueva etapa para esta bitácora es para no caer en el ensimismamiento, que fue tan pernicioso en mi pasado. La escritura es actividad, y late y late, y el teclado corazón bombea tinta y tira líneas y genera vida.
Una tercera etapa, nena, y recuerdo yo aquella primera en la que fui tan popular, fue una locura. Luego una segunda que fueron cuatro años tranquilos, con tus ojos pegados a los míos. 
Tus ojos son otra de las rosas que rescato de las ruinas, las ruinas de nuestra amistad.
Creo que has sido la única lectora fiel que conozco personalmente. Otros amigos cercanos me han leído, con la inconstancia y dejadez con que nos leemos los amigos.
Luego mis lectores fieles, que no conozco personalmente: sé que los tengo, me consta, y les ofrezco un festín, un carnaval de la carne y la lujuria, literatura genital, generadora. Es, ay, esta literaturitis crónica.
En este verano de gracia en el que no tengo vacaciones, en que Madrid está en clave de ninfa, restauro el manicomio -es que nunca se cerró, pero para que me entiendan-.
Presente Emperatriz más desnuda que nunca en clave de puta y rosa entre la mierda.
Es mi presente.
Ni siquiera creo que la mayoría de los libros que he leído en los últimos meses, desde Noviembre, merezcan una reseña. No me estimularon demasiado. Ni siquiera el Gran Gatsby, sin pena ni gloria por mi senda de libros. 
Sólo ahora que los libros que leo me vuelven a interesar y a entretener vuelvo a la carga, nena.
Carga liviana, ya que en El Maestro y Margarita, de Bulgakov, hemos aprendido un arte de libertad. A esta obra irá dedicado el próximo post, y eso que hace semanas que terminé su lectura. Sigue caliente Margarita generosidad y vuelo, no es un problema.
Mi rosa de los vientos, mi hoja de ruta, mi ninfa simbólica y carnal, carne mi rosa.
Queda inaugurado el manicomio, nena.
Perdonen la egolatría.
Te lo digo así como quien canta un blues, el blues de la rosa latente entre las ruinas.
Cercano a algunos de los locales más sórdidos del centro de Madrid hay un tugurio donde sólo ponen blues, hasta con un poco de suerte hay una banda tocando. Lo frecuento muy a menudo, podemos estar callados horas, escuchando, y bebiendo cerveza de la buena.